Todos sentimos cansancio después de un trabajo, un esfuerzo deportivo. Después del reposo, podemos volver a la pista o la pala. Esa fatiga es benéfica, es un signo salubre. Nos retiramos del área laboral o del gimnasio por unas horas, un par de días, para retomar la acción con igual o más brío. Sin embargo, los usuarios de Facebook que se marchan por millones, ¿de qué están cansados?
Como en un mal matrimonio que agota sus fuentes de
bienestar o de amor, y truecan la convivencia en una relación indeseable,
molesta, quienes abandonan la gran plataforma de FB, tal vez, han decidido
gritar ¡Basta! Lo gritan con el gesto más radical: dan media vuelta y dejan de
participar en la fiesta donde fueron admitidos de forma gratuita. Bueno, la
verdad, es que en este tipo de fiestas nada es gratis, aunque lo parezca. No
sólo se trata de los millones que cierran sus cuentas en el “libro de rostros”,
sino muchos otros que, sin irse del todo, navegan cada vez menos por esas aguas;
sólo entran para cuestiones puntuales y breves, como saludar a un familiar,
enterarse de algún asunto comunitario. Cada vez son menos los que pasan horas
largas viendo sin propósito los chismes que ahí abundan. Lo peor es que parecen
traicionar a su viejo amor por algo pequeño y que no debiera tener mayor
atractivo: Tik tok.
La verdadera naturaleza de FB (también las otras
plataformas: Twitter, Pinterest, Instagram, Tik tok, Tinder y otras que
desconozco aún más) es que presenta la fachada de una gran tienda adonde
entramos fácil porque está inundada de música al gusto, rostros bellos,
seducción en formas variadas. Adentro, abundan los anuncios que nos invitan a
comprar. Nadie nos obliga, pero a fuerza de ver mil veces un producto muy bien
presentado, acaba uno por interesarse y, sí, muchas veces compramos. Nada malo:
así es el comercio en todo el mundo.
¿De qué están cansados los feisbukeros que abandonan este
gran mall virtual? Quizá de su rostro de aparente neutralidad, de tanto
anuncio publicitario, de las fake news, de ver tantas veces lo mismo.
¿No fue por semejantes causas que fracasó el “socialismo realmente existente”
(y que realmente nunca fue verdadero socialismo)? Los habitantes de la Rusia
soviética tuvieron un hasta aquí del falso paraíso económico de los
trabajadores. Sólo era el Edén de unos cuantos funcionarios burócratas. Bueno,
quizá el ejemplo sea extremoso: el mundo comercial siempre se desgasta y acaba
por desaparecer o disminuir drásticamente. Recordemos cómo terminaron sucesivas
eras de productos para guardar música: cintas, casetes, cajas de 8 tracks,
discos de vinil, discos compactos… todos aparecen como la gran promesa y
desaparecen como vejestorio ante cualquier otro producto que se presente en
nombre de la vanguardia tecnológica. Pero si el socialismo se desgastó en su
misma cuna, ¿por qué el capitalismo ha durado tanto? Quizá porque nació con las
etiquetas más sinceras: “El capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por
todos los poros, de la cabeza hasta los pies”, dicen que dijo Marx. Nadie se
espantó porque, simplemente, era verdad. Nadie nos engaña con el capitalismo; y
nadie ofrece una verdadera alternativa. Quizá el bitcoin desplace al poder del
creditismo bancario; quizá un día los bancos encuentren la forma de apropiarse
de todos los bitcoins (¿no lo estarán haciendo ya, mediante la especulación?).
La verdad es que en cuestión de cosas que se venden,
ocurre lo que dice José José del amor: “hasta la belleza cansa”. Y sí, FB es
una estructura eficiente, hermosa, seductora, pero su discurso es lo mismo una
y otra vez. Tarde o temprano, la gente optará por cualquier otra oferta
colorida y edulcorada, un dulcecito como tik tok, o cosa semejante. Siempre ha
ocurrido. Falta mucho para ver el fin de FB, pero ya se advierte la
preocupación del dueño por algunos millones de dólares que se le escapan de las
manos. No acabará llorando: sabe que ese dinero no desaparece, sólo vuela hacia
otro bolsillo, otra de las trampas creadas para esquilmarnos a usted y a mí, es
decir, otro negocio global donde invertir. Los pueblos se abalanzan sobre las
ofertas del día. Hoy tenemos los videojuegos, que atraen masivamente a quienes
fueron, hace pocos años, niños atolondrados frente a la consola y su joystick.
Ahora son competidores de un nuevo “deporte” que tiene más espectadores que
practicantes, como todos los deportes. Quizá por ese rumbo se decante el nuevo
interés inversor de Zuckerberg, quien a veces amenaza con cerrar su tiendita (algún
tuitero le responde: “oye, si aquí han cerrado los bares, ¡los bares!”), pero
eso a nadie asusta.
Ojalá seamos los usuarios quienes, haciendo valer la
fuerza del tedio, abandonemos este mall virtual si ya no satisface. No
se acabarán los centros comerciales de internet, pero ejerzamos el derecho a
salirnos cuando nos dé la gana de este y de cualquier otro, que siempre habrá
muchos. Y, si no los hubiera, volveríamos a comprar como antes lo hacíamos.
Quizá vuelvan las tienditas de la esquina, aunque vendan más caro; tendríamos
mayor proximidad social, que buena falta hace. Así han vuelto los discos de
vinil, los muebles y la ropa vintage, las bicicletas, las oscuras golondrinas.
Cerraré con estas palabras, que hago mías, de Jaime Rubio
Hancock, columnista de El País:
“…podríamos vivir sin Facebook e Instagram? Muchos creen
que sí: uno de los pioneros de internet, Jaron Lanier, proponía en un libro que
todos deberíamos dejar las redes sociales. Todas. Para recuperar algo de la
empatía que anestesian, del tiempo que perdemos y de la libertad que nos roban.
No soy tan pesimista como Lanier: seguro que las redes deberían estar mejor
diseñadas, pero creo que ayudan a descubrir ideas, lecturas y a gente
interesante y graciosa.” (elpais.com: “Cierra al salir, Zuckerberg”. 11 de
febrero, 2022)
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