jueves, 30 de diciembre de 2021

Ejercicios. Por Agustín García Delgado

 


https://noticiasargentinas.com/cultura/la-compleja-vida-de-violeta-parra-que-eligio-el-suicidio-despues-de-escribir-gracias-a-la-vida


Ejercicios

I.

Levantarse en cuanto los ojos acaban de abrirse. Abrirse a la resignación de acatar la rutina diaria y sus tediosas minucias. No, el tedio no es digna vida, mucho menos vale la pena contarse. En cambio, la perspectiva de emprender un ejercicio distinto cada día, o al menos una variación de los ejercicios que se han venido realizando durante un tiempo determinado, eso sí que da color y sazón a la tarea de mover los músculos externos e internos (imaginar, pensar, emocionarse). Una tarea, pues, creativa e impulsada por un estímulo humanamente valioso. De tal estímulo o motivación hablaremos luego. Por lo pronto, y para ir de inmediato al punto, relataré mi experiencia con una letra y música chilenas: “La petaquita”, de Violeta Parra. Tal fue mi ejercicio de hoy, y he ido despacio, como en un culto a la lentitud (para honrar el concepto de Carl Honoré con su libro Elogio de la lentitud).

Encontré en uno de los soportes musicales más conocidos (apple music) esta pieza, empleando como palabras de búsqueda el nombre de la artista chilena. También está en otros lugares. Oí reproducidas un manojo de obras suyas muy conocidas, y algunas que no recuerdo haber escuchado antes, como esta de la petaquita. Me sedujo la sencillez, tanto del texto como de la música. Sobra decir que el timbre mismo de la voz de esa poeta sudamericana basta para ceder al embrujo de repetir muchas veces la grabación, hasta volverla parte de mi repertorio cancionil predilecto. También está presente, desde luego, la simple y hasta cierto punto contradictoria filosofía que propone. En resumen, la voz dice poseer una petaca, es decir, una pequeña caja, maleta o estuche donde guarda “las penas y pesares que estoy pasando”. El estribillo, cuando se canta después de la primera estrofa, parecería indicar que un día, esos pesares y esas penas han desaparecido, porque “algún día / abro la petaquita / la hallo vacía”. Sin embargo, las siguientes estrofas aluden al deseo, por parte de mujeres y hombres, de tener pareja, casarse, pero ese deseo, como las penas y pesares guardados en la petaquita, y convertidos en oportunidades, ocasiones de cumplirse, también desaparecen: al abrir la petaquita, no hay nada allí. Mi interpretación está justificada por el tono melancólico de la canción y, sobre todo, porque ese adverbio, ‘pero’, indica una frustración: la esperanza, al abrir la petaca, es hallar algo dentro. Vacío, es lo único que el tiempo ha dejado. Los señores y las niñas de la canción quieren lo que no tendrán. El campo léxico del principio apoya esta noción de un destino triste: ‘penas’ y ‘pesares’ que estoy pasando, dice la voz poética. Cierto que es una dulce tristeza, como varias canciones de Violeta (“Volver a los 17”, “Run-rún se fue pa’l norte”, etcétera). La fatalidad o, simplemente, el destino: los hombres llevan escrito en el sombrero su deseo de casamiento; las “niñas” lo llevan escrito en el vestido. Sin embargo, como el destino de la misma cantante chilena, la soledad será lo que obtengan de su anhelo, representado por la petaquita.

La motivación que impulsó este ejercicio es doble. Necesitaba ocuparme en algo placentero por desafiante; me interesa, además, mostrar la cercanía, la identidad de dos culturas latinoamericanas, chilena y mexicana, en una canción que bien pudo ser escrita durante la Revolución mexicana, si tan sólo tuviéramos una poeta-compositora entre nosotros. Desde luego, no faltan piezas de ese tiempo o anteriores con el mismo espíritu, con una filosofía sencilla y universal como la de La petaquita. Por suerte, aún pueden encontrarse, aquí y allá y gracias a la gran red, casi todas las canciones de Violeta, quien sigue viva en la tradición chilena y en las varias biografías que de ella se han hecho, una de las cuales agradecemos a su hijo, el también músico y cantante Ángel Parra (Violeta se fue a los cielos. [Catalonia, Santiago de Chile, 2018] Se puede conseguir en Amazon, incluso en Kindle y a buen precio).

Fui lento, sí, me tomé el tiempo de intentar la armonización y adornos melódicos en la guitarra. Muy simples, como he dicho, pero tomemos en cuenta que no soy músico. También procuré adecuarla al tono de mi voz para poder cantarla y así vivir con mayor plenitud el sentido de esa pequeña obra de arte, verdadero poemita destinado al disfrute popular. Me atrevo a compartir un vínculo de la Internet para que puedan escucharla quienes lo deseen: https://www.youtube.com/watch?v=glmZmA8nKtE

También, desde luego, transcribo aquí abajo la letra para que la conozcan ustedes sin abandonar la comodidad de la página.

Concluyo recordando el asunto del inicio: esta reflexión es un ejercicio ideado con el fin de darle sentido al curso rutinario de cada día. Cada día, pues, uno puede amanecer con una tarea semejante en mente, y esto exigirá tal dedicación y energía que no quedará espacio para el tedio ni la preocupación. Es más, creo que a través de este juego de hacer cosas como analizar atentamente una canción, un poema, un tema cualquiera, se puede ser feliz. No hace falta dinero para ello, ni comprar nada (bueno, conviene pagar el servicio de internet para tener más a la mano los archivos necesarios, o bien, acudir a las bibliotecas públicas: también están llenas de sorpresas y diversión). Tampoco es obligatorio aprender un instrumento musical. Eso forma parte de otra actividad maravillosa y de personal elección, capaz de agregar valor a las horas y los días de una existencia. Las otras tareas, como las labores domésticas, regar las plantas del jardín, convivir con la familia y los amigos, serán así más placenteras y ricas. Lo garantizo.

 

La petaquita

(Violeta Parra)

Tengo una petaquita
para ir guardando
las penas y pesares,
que estoy pasando.

Pero algún día,
pero algún día,
abro la petaquita
y la hallo vacía.

Todos los hombres tienen
en el sombrero
un letrero que dice:
casarme quiero.

Pero algún día,
[…]

Todas las niñas tienen
en el vestido,
un letrero que dice:
quiero marido.

Dicen que le hace,
pero no le hace.
Lo que nunca he tenido
falta no me hace.

Pero algún día,
[…]

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