lunes, 11 de octubre de 2021

Importancia de las antologías. Por Agustín García Delgado

 



En un libro que se desmorona literalmente en mis manos, descubrí la importancia de las antologías, a través de una de sus principales funciones: dar a conocer la obra —y los nombres— de poetas que habrían quedado en el olvido sin el esfuerzo de alguien que supiera reunir esas obras y esos autores. Esfuerzo que, por este libro, agradezco a un poeta tijuanense que me interesa mucho desde hace algunos años, Roberto Castillo Udiarte. Se titula Aquella noche el mar… Poemas de las costas bajacalifornianas. La obra está motivada entre otras cosas porque, como dice Castillo Udiarte en el prólogo, “a pesar de casi 1, 500 kilómetros de litorales salinos los escritores bajacalifornianos no son muy adeptos a las vivencias del mar”.

Hay pues, aquí, obras poéticas, algunas de sublime factura, firmadas por 38 buenos autores cuyos nombres, en su casi totalidad, me era desconocida. Varios de ellos tienen o tuvieron que ver directamente con la península y el noroeste nacional. No me avergüenza demasiado la propia ignorancia: en este país, la difusión de obras literarias irradia del centro a las orillas; además, cada año descubro que tenemos una cantidad grande de autores valiosos con unas cuantas obras publicadas en tirajes tan ínfimos que no alcanzarían para llevar un ejemplar a cada ciudad y pueblo mexicano donde existen lectores. Van surgiendo muchos nombres nuevos, van cubriéndose de bruma escritores valiosos de fugaz fama. En ese universo de las letras, nada pequeño, es lo más natural que para el grueso de los lectores quede una gran biblioteca ignorada, perdida en el olvido. A fin de cuentas es verdad que, como dice Gabriel Zaid, hay demasiados libros.

Sin embargo, desearía conocer y disfrutar hasta donde mis fuerzas lo permitan todas esas joyas porque a eso venimos al mundo, a leer la buena literatura, aunque tengamos que hurgar en un mar de páginas. Por suerte, están los antologadores y compiladores de buena voluntad y mejor oído, como Roberto Castillo Udiarte, que nos regalan libros como Aquella noche el mar… Ya dije que a la mayoría de los poetas ahí presentes jamás los había leído, pero confieso en mi descargo que por lo menos algunos me son familiares: Tomás Di Bella, José Javier Villarreal, Omar Pimienta, Gabriel Trujillo, Jorge Ortega. Cinco del total, casi la octava parte. Al final de esta reflexión compartiré la lista de los 38 autores.

El acierto de Castillo Udiarte no se reduce a la finura de presentarnos a esta cantidad de buenos poemas, sino a la sensibilidad refinada que le permitió elegir no sólo aquellos que se inspiran en las costas bajacalifornianas, sino poemas de tal calidad que la lectura resulta, como debe ser, un deleite. Claro que, como en todo poemario, algunas piezas habrán de hacerse notar con mayor fulgor; en mi opinión, todos los textos tienen calidad. Es de esperarse, tratándose del hombre inteligente y buen poeta que se ocupó de reunir este material, fruto de amplia investigación y largos años de cultivo en la lectura de poesía universal y otras áreas del conocimiento.

El volumen abre con el fragmento de una canción tradicional de la etnia cucapá:[i]

 

Agua dulce

agua salada

ven a pescar

 de madrugada

agua revuelta

tierra mojada

todos descansan

en la enramada.

 

En un comentario breve como este, solo puedo permitirme la mención de unas cuantas estrofas, tomadas de aquí y allá, para dar a usted, persona que lee, una idea de lo que le espera cuando consiga este libro, si le es posible (el tiraje fue de 1000 ejemplares). Me limito, pues, a citar algunas estancias de entre los poemas que llamaron mi atención, fragmentos con sus títulos y el nombre del autor:

 

Delirio del territorio marino

La cal de la luna cae
lentamente. El agua sube
hasta la dureza fría.
El agua sube y baja.

Cae suave y se derrama
la cal de la Luna Llena,
hasta la piel aterida
de un charco de pena umbría.

(Luis Martínez Díaz)

 

Recuerdo de todo

Mar
cuerpo de espuma
todos mis recuerdos se funden
en el reloj de tu arena.

Mar
aliento puro
fuerza desnuda que baila
con el viento.

(Juan Antonio Di Bella)

 

Susana, hay un pájaro en la noche
que llora tu partida.
Aquí estoy yo sobre esta playa,
carcomido de ausencias trashumantes,
de falta de ti,
de amaneceres.
Una gaviota escribe sobre el mar.

(Jesús Antonio Villa)

 

Amores de arena

Tengo un mar de coral en la entrepierna
varios barcos que navegan
            todavía
en el baúl de los recuerdos
la cama es un desierto que recorro
con el sabor de mi cuerpo en las mañanas

(Adriana Sing)

 

Terceto en San Felipe

El tiempo
se hace playa
mar   cerveza
y poesía diurna
de Rimbaud
El tiempo
se vacía
en el nudo caliente
de nuestros pies

            (Jorge Ortega)

 

El gran poeta y amigo Roberto ha tendido, con esta compilación, un puente de norte a norte, hilos de irradiación periférica. No sólo por haber publicado Aquella noche el mar… sino por haberlo traído a Ciudad Juárez y contribuir a que llegara hasta mis manos. Otros trabajos se han hecho para difundir las letras del noroeste, pero no siempre han viajado por nuestra franja fronteriza (si acaso habrán viajado).

Agreguemos a los aciertos de este tomo la inclusión, siempre agradecible, de la bibliografía utilizada, las fuentes de donde fueron seleccionados los poemas antologados. Ahí nos enteramos, por ejemplo, de que Gabriel Trujillo preparó una antología de poetas jóvenes en 1985 (Parvada, poetas jóvenes de Baja California, UABC); que tres de los poemas son inéditos; que Castillo Udiarte abrevó en por lo menos una treintena de libros para preparar esta selección. Menudo trabajo.

Como dije al iniciar este artículo, tengo en manos un libro que se desmorona. Es de lamentar que los presupuestos para poesía, a veces, lleven a producir ediciones encuadernadas de manera poco eficiente, y los tomos se deshojan si no pasamos con mucho cuidado de un poema a otro. Aun así, este libro endeble es poderoso y agradezco, sobre todo, a su compilador por dejarme conocer a tantos poetas nuevos para mí, en un pequeño libro que parece inmenso. Apenas 70 páginas que leo y releo por placer, a la vez que conozco un poco más de ese territorio lejano, la península bella que nos imaginamos y vivimos en estos poemas húmedos, salobres, con rumor de oleaje y con amor de mar. Saludo y agradezco el descubrimiento de para qué son las antologías. Esta, entre otras cosas, me quitó un poco de ignorancia.

 

Roberto Castillo Udiarte (compilador), Aquella noche el mar… Poemas de las costas bajacalifornianas. Instituto de Cultura de Baja California, Mexicali, BC, 2009, 70 pp.

Autores reunidos, tal como aparecen en el índice: Luis Martínez Díaz. Miguel de Anda Jacobsen, Eliseo Quiñones, Gloria Ortiz, José Luis Vasconcelos, Gabriel Moreno Lozano, Esalí, Juan Martínez, Horacio Enrique Nansen, Rubén Vizcaíno Valencia, Elizabeth Cazessús, Francisco Morales, Jesús Antonio Villa, Benito Gámez, Delia Valdivia, Òscar Hernández, Tomás Di Bella, Enrique Trejo, Peggy Bonilla, Lauro Acevedo, Luis Cortés Bargalló, Flora Calderón, Juan Antonio Di Bella, Alejandra Rioseco, José Javier Villarreal, Omar Pimienta, Toño Valenzuela, Claudia Peralta Vega, Alfonso García Cortez, Heriberto Vizcarra, Rael, Adriana Sing, Jorge Ortega, Alejandro Sánchez Uriarte, Selene García, Raúl Acevedo Savín, Gabriel Trujillo, Dolores Bolívar.

 



[i] "Habitan sobre todo en las localidades Cucapá Mestizo y Cucapá El Mayor, en el municipio de Mexicali, Baja California, y en Pozas de Arvizu y la cabecera municipal de San Luis Río Colorado en el estado de Sonora; mientras que sus parientes cocopah viven sobre todo en Somerton, Arizona, en Estados Unidos". (http://atlas.inpi.gob.mx/cucapa-etnografia/)


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