lunes, 30 de agosto de 2021

Morada temporal. Por Agustín García


 

 https://eduardoalbarracinsarmiento.blogspot.com/2018/04/25-inspirador-mapamundi-redondo.html


El mundo es una fracción del Universo. Según la fuerza y limitaciones del hombre, la parte no es menor al todo, pues con frecuencia utilizamos la palabra Universo como sinónimo del mundo, cuyo conocimiento íntegro no logramos abarcar. Ni lo haremos jamás: la ignorancia supera al saber; los límites, a las capacidades. El conocimiento acumulado ayer, en otro siglo se perderá y habremos de empezar de nuevo a buscarlo.

            La dimensión del Universo es a tal grado inmensurable que nadie se atrevería al ridículo de llamarlo su propiedad. En este mundo de posesiones privadas, nadie es en realidad dueño del planeta. Ni siquiera de una “patria”. Quien dice “mi patria” se embrolla en una mentira involuntaria: trate de entrar sin aviso, sin permiso, a cualquier casa que no sea la suya en esa patria. Será expulsado de buena o de peor manera.  Y el dueño de una casa, de una tierra extensa, no debería llamarla “propiedad privada”, sino “posesión temporal”. Desde luego, ninguna persona sigue siendo dueña de cosa alguna cuando deja de existir.

            Un ciudadano que reclama al inmigrante por la supuesta invasión de su país, no hace más que engañarse: universo, mundo, patria o ciudad no son míos. Incluso la casa que habitamos puede no ser nuestra, y si lo es, no pasa de ser morada efímera. Siempre estamos encima de una porción de suelo (o de agua, o de aire). Al caminar o viajar, el espacio ocupado es nuestra morada, una posesión momentánea.

            Las anteriores reflexiones no tienen que ver con ideas capitalistas o socialistas: ambas ideologías especulan sobre lo mismo, la ilusión de propiedad sobre las cosas materiales. La realidad es que todo territorio de natural riqueza sobre esta Tierra (agua, suelo fértil, petróleo, buen clima) ha sido históricamente blanco de codicia humana. Su “propiedad” pasa alternativamente a manos del pueblo más bien armado o más abusón. A eso se debe que haya naciones dominantes y dominadas. A eso, principalmente, se han debido siempre las guerras.

            Hoy, si un Estado poderoso invade a otro menos fuerte, tendrá el pretexto publicitario perfecto e invencible: es para llevarles una mejor vida a esos pueblos débiles, poco inteligentes, enfermos de corrupción y maldad. Si, en cambio, un grupo de migrantes busca mejorar su vida en territorio de un Estado “próspero”, ese grupo será llamado “invasor”, “horda de maleantes”, “terroristas”, etcétera. Los migrantes serán siempre los malos; el país que los acepta o rechaza será el bueno. ¿Por qué? Porque hay claras marcas de propiedad privada, llamadas fronteras, y que cambian según la correlación de fuerzas en cada momento histórico, es decir, según quién haya vencido en las recientes guerras que demarcaron las líneas de lo tuyo y lo mío.

            Las fronteras son temporales, por mucho que duren; el discurso que en política define al bueno y al malo también es transitorio y se adapta al tamaño de las fuerzas que lo enuncian y manipulan.

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