Esteban despertó a las dos de la mañana, el foco de 5000 watts del insomnio iluminó el aire antes de que prendiera la luz del cuarto.
No sabía si levantarse o quedarse tirado en la cama, como un bulto en llamas.
Prefirió
levantarse y del archivero de su estudio sacó una carpeta que decía: “Varios”.
Allí aparecieron las tres novelas que no había escrito, vida en jirones,
relatos inconclusos como tantas cosas de su inútil vida. También la redacción
cuidadosa de varios proyectos con los que había concursado y perdido y guardado
por si más adelante.
Nunca
se decidía a tirar nada a la basura y se llenaba de papeles almacenados
mientras su propia vida era la que se iba a la basura, a la vejez, hacia el
absurdo.
Todo
resplandecía cuando llegaba la euforia de la manía, pero para estas alturas ya
sabe que eso no era el placer sencillo de la vida feliz, sino el quebradizo
filo del infierno.
Por
suerte, ya no le hacía daño, por lo menos en forma cercana. A nadie más que a
sí mismo.
Y
a pesar de todo, la vida que este día inicia antes de la tormentosa madrugada
estaría muy bien, si no tuviera a las nueve de la mañana que iniciar la labor
cotidiana del trabajo en la oficina, todo para seguir subsistiendo y pagando la
modesta vida de su soledad.
The
end.
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