Hoy amanecí con deseos
de compartir un poema mío, echarlo al aire para que no se arrancie. Pero
resulta que comencé a hojear un libro de José Kozer y conforme avanzaba en la
lectura, renuncié a mi ego. Comparto un poema de José Kozer, lo echo al viento
como él antes lo hizo. Su poema es mío, aunque haya salido de otras manos, y es
de todos porque lo sublime no tiene un solo dueño. Aquí está para ustedes.
TONDO EN FAMILIA
De mi madre nací, para su
resurrección.
En el año
de la primavera tardía,
resucitamos al unísono: gacha y
artritiquísima pies rencos la vi salir de casa con la columna
vertebral de dolores
mater aún; ya
pasaba: el grave asunto,
pasaba. Y yo en ella en el remonte de sus
pechos, íbamos
agazapados
de Dios y papá, un
momento: fulminados. Qué tibia omega
esa luz que mamé en sus pechos avejentados, mamada
luz
de aquella cicatriz de ciruelo
en el gurruño de sus pechos: yo la
encendí, encendí un momento sus pezones. Jugueteamos,
éramos un meandro mismo entre los tallos de la superficie
de las cañabravas; yo con mi traje, mamá
descalza: subí. Sólo
han retoñado al unísono
los árboles más nuevos del paisaje,
la pedí en arras y en prebendas a que jugáramos a dos alas
a dos
responsos a vencejo
y venceja a dos besos las
sienes: me besó. A caballo, jugamos.
Y yo volví al umbral de las vacas, ahíto: de res y ubres,
ahíto. Juntos, éramos: muchacha y muchacho lavados
de añil
y cloro; mi madre del
brazo de su crecimiento en mi padre,
los dos en su centro de mi corro infantil, ella de tul él
de frac de
medusas él ella de
pistilos para animarnos mucho en nuestro
reposo ya a tenernos de pie, mamá en la esfera de encaje,
papá muy nuevo de yugo y corbata los dos
consigo.
Tomado del libro Y del esparto la invariabilidad
(Antología: 1983-2004), pp. 22-23.
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