jueves, 1 de octubre de 2020

Vidita celular. Por Jesús Chávez Marín


Fotografía: Pedro Chacón

 

Bartolo Belaunzarán llega al teatro, al café, a todo tipo de reuniones, y ansioso prende el teléfono celular para revisar sus mensajes, chistes que le llegan y las fotos de memes de pésimo humor que mandan desvanecidos amigos a quienes no conoce, y otros que jamás ha mirado, porque no existen. O existen en regiones tan lejanas como Perú o Japón.

Muy escasos conocidos suyos le escriben, o le mandan uno que otro dibujito que indica ¡recórcholis! o ¡habrase visto!

Bartolo tampoco tiene mucho qué decirles, manda fotos de sí mismo en diferentes lugares: en la mesa del comedor, en la biblioteca pública, desde el salón de las computadoras donde se aplasta a revisar sus mensajes, etcétera.

Su mujer lo acompaña a todas partes, como una sombra.

Desde antes de que cumplieran 40 de casados ya se habían impuesto al silencio como la única forma del amor o de la costumbre; ella también abre el celular en todas partes, aunque no tanto como el marido.

Alguna vida intensa halló Bartolo en la pantalla de su Amigo Cel de Telcel, que lo mantiene mirándose en ese lago narcisista.

 

The end.

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