Foto: Pedro Chacón
El doctor Silorio fue anestesiólogo en el Seguro. Cuando ya estaba para jubilarse, pepenó unas entrevistas y escribió un libro sobre Pancho Villa; le fue muy bien.
Casi no
tuvo lectores, pero le dieron un premio municipal, consiguió nombramiento de
profesor de entrada por salida en la Universidad de Alpine y Friedrich Katz lo
citó en una nota a pie de página de una biografía.
Meses después se le acabó la celebridad, pero
él siguió entusiasmado con su pujante labor de historiador aficionado;
coleccionaba chismes sobre Pancho Villa y, sobre todo, los despepitaba por
todas partes ante quien quisiera oírlo.
Visitaba universidades y oficinas de cultura;
pasaba las horas sentado frente a los escritorios de funcionarios, que ya le
sacaban la vuelta para que no les echara a perder toda la mañana a plática y
plática.
Y es que muy seguido resultaba tedioso, porque
su otro oficio, el de anestesiólogo, se le cruzaba en los cables y entonces el
interlocutor batallaba para no quedarse dormido en medio de la forzada
conversación.
The end.
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