martes, 7 de abril de 2020

Qué hacer durante una reclusión voluntaria (19)


 Amigos y amigas de la paz y la concordia distante.
            En lugar de crónicas y recetas, ahora me permitiré unas breves reflexiones. Ideas que llegaron a mi caótico cerebro mientras estudiaba textos de Jesús Gardea bajo la sombra de un frondoso y espinudo limonero. Las florecillas blancas abundan a tal grado en este árbol, que muchas caen al menor soplo del viento. Mis libros y cuadernos se cubrían de vez en cuando y había que sacudirlos. Con esa distracción y el vuelo de unas cuantas abejas muy cerca de mí, hubo momentos de descanso en la lectura y surgieron pensamientos que ahora comparto con ustedes. Intentaré hacerlo con la mayor concisión y brevedad.
            Son dos los conceptos que propongo al arbitrio de ustedes. El primero lo puedo enunciar así: esta crisis mundial de salud pone a prueba al sistema capitalista (el único que existe) y al mismo tiempo le ofrece la oportunidad de reconfigurarse humanamente, salir de un esquema de “capitalismo salvaje” imperante hoy. El segundo concepto, quizá el primero que abordemos, se refiere a la violencia verbal. Cuando aparecieron las primeras formas de comunicación por internet (los chat rooms y blogspots), pronto se vio que hay quienes tienen la necesidad urgente de insultar y desahogar rencores guardados por medio de imprecaciones. Esto se ve mucho en facebook y en twitter, donde los comentarios insultantes en política, cultura y temas generales abundan. Los maldicientes parecen competir en crueldad y bajeza y mal gusto ante la menor provocación o el mínimo desacuerdo.
            Bien, ya casi empezamos con el segundo tema, que trataremos en pocas palabras. Creo sinceramente que varios motivos tiene la gente para servirse de la violencia verbal cuando se trata de política. Uno de esos motivos es la soberbia. Esto es, el defensor de una tendencia política, de una ideología, se siente poseedor de la verdad y considera a esta verdad como la única. Si en efecto tiene razón, todos los demás serán estúpidos, ¿no? El bando contrario pensará exactamente igual y lo han de verbalizar con toda energía, aunque eso lleve a una polarización política, tribal, social que, esa sí, es una verdadera estupidez, y muy peligrosa. Otro motivo de la violencia en un discurso en favor de cualquier partido o bando político es la falta de argumentos claros. Yo mismo lo he vivido alguna vez cuando, en una discusión, si me vi falto de fuerza argumental he comenzado a gritar un poco, a defender con energía mis puntos de vista endebles. Ciertamente, las discusiones políticas (especialmente los llamados “debates”) adolecen de nula solidez lógica, argumental y sustento objetivo. Cada bando pretende demostrar su propia razón y exhibir al otro como imbécil. Nada más. Nadie busca una verdad que, en realidad, ni es unívoca ni se encuentra, muchas veces, en uno de los bandos, sino en el punto medio. Y así ocurre en cualquier campo: la gente discute en favor de un interés o un gusto particular, no en favor de la solución de un problema ni de la verdad. Por eso no soy de ningún partido.
            Pero esa violencia verbal no acaba en palabras que se lleva el viento, sino que se traduce en polarización partidista y social que no pocas veces lleva a la violencia física, es decir, a la mayor expresión de idiotez humana. Un insulto, una falta de respeto que luego es respondida con otra falta igual, se replica hasta convertirse en una espiral ascendente muy difícil de frenar, casi imposible, y el resultado es un rencor tribal nacido de tensiones personales que se ven incrementadas con palabras más amargas cada vez. Esta tensión habrá de salir en formas activas y lamentables. Los dirigentes políticos lo saben y lo explotan. Así explotaron los nazis el antisemitismo y lo siguen haciendo las facciones extremistas de derecha, izquierda o de religiones fundamentalistas.
            Amigos, amigas mías, ¿qué tal si les debo el otro tema para mañana, puesto que no se trata de enrollarlos ni provocar que me odien por faltar a mi promesa de ser breve?

            ¡A cuidarse, pues, y a no salir de casa, por favor, por salud, por amor!

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