domingo, 5 de abril de 2020

Qué hacer durante una reclusión voluntaria (17)

Hola, mis compañeros ermitaños (es una bonita contradicción, ¿verdad?).
            Hoy sólo tengo una anécdota para contarles. Algo que vi hace muchos, muchos años. Espero que lo vivan tal yo en aquella desangelada adolescencia. Antes, les reporto a ustedes mis actividades de hoy hasta la hora presente: 17:22 horas del domingo 5 de abril del año viroso.
            1. Leí algunas páginas de El rostro de piedra (en Kindle), de Eduardo Antonio Parra. Es una novela sobre la vida y acciones de don Benito Pablo Juárez García. Magníficamente contada, como cabe esperar de tal autor.
            2. Leí el cuento de Antón Chéjov, “Un crimen” (a veces traducen el título como “Un asesinato”. Buenísimo.
            3. En una antología preparada por Rafael Alberti, estuve ojeando poemas de Pablo Neruda, hasta que aterricé en el Canto General (fragmentos del libro), de donde me parece bueno citar para ustedes estos versos: “Amazonas, / capital de las sílabas del agua, / padre patriarca, eres / la eternidad secreta / de las fecundaciones” (…) Qué imágenes poéticas.
            Más tarde, si el tiempo me alcanza, estudiaré un par de cuentos de Jesús Gardea y le daré a los ejercicios de mi lira. Ayer tuve el placer de leer, entre otros, “Livia”, uno de los pocos cuentos eróticos de JG. Claro, un erotismo a la manera muy particular del deliciense. Magistral.
            Va la anécdota prometida. Lo relato así como lo vi desde una ventana cuyo marco inferior quedaba muy cerca de la superficie sin pavimento del piso en el patio de una vecindad juarense.
            Salió volando de una cueva cavada en el suelo, sacudió la arena de su lomo; volvió a cubrir, con ayuda de sus patas y suspendido en el aire, la puerta de su guarida. Luego, con una piedra que encontró muy cerca del lugar, dio varios golpes a la tierra, dejándose caer con la roca sostenida entre sus patas; así, aplanó la tierra para disimular la entrada y se alejó volando. Toda la acción, en un minuto escaso. La forma de este insecto que jamás vi antes ni he visto después, era ligeramente similar en tamaño y forma a esos que llamábamos “pescadito de plata” (Lepisma saccharina), muy abundantes en los muros de las casas en ese tiempo (años 70, quizá). Pero tenía alas. Me pregunto si estará clasificado, aunque sé que hay muchas especies aún por descubrir por parte de los entomólogos. Lo maravilloso para mí fue comprobar que no solo los humanos utilizamos herramientas. Ahora se conoce que varias especies de vertebrados lo hacen, pero no imaginaba que hubiese insectos con tal habilidad. En fin, una curiosidad de la vida natural que comparto con ustedes y que pocas veces comenté con alguien, o falta ver si lo hice nunca. es primicia, pues.
            Queridos y pacientes lectores, eso pido de ustedes y de mí: paciencia. Unos meses pasan pronto y esta crisis habrá de resolverse por la sociedad entera, con la solidaridad que es la mayor riqueza humana y no habrá de faltarnos. Todos ayudemos a todos. Y, por lo pronto, nos ayudaremos guardándonos y creciendo humanamente en el claustro del hogar, sagrado espacio.
            ¡Abrazos y buena salud!

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