Hoy sólo quiero reiterar la enorme, urgentísima necesidad de cumplir con la indicación “quédate en casa”. Los médicos
y todos los trabajadores de la salud saben que no hay materiales suficientes
para atender a quienes presenten cuadros graves de Covid-19 cuando los casos se
vayan acumulando. Diez pacientes graves ya serían muchos. El único modo de
ayudar a retrasar ese momento es mantenernos en casa. Los trabajadores relacionados con la medicina y el personal de los hospitales llevarán la tremenda carga de atender a los infectados, arriesgándose ellos mismos. No les hagamos infernal esa tarea descuidándonos ahora para después acusarlos de negligencia, de incapaces, de todo eso que les echamos en cara cuando la ciencia no basta y no se dispone de los medios para combatir la enfermedad.
Es difícil, bien lo sé. Por ejemplo,
hoy encontré entre mis libros una pelota de las que usaba mi nieta cuando nos
visitaba (ya no se puede, por la distancia social que se nos ha ordenado).
Estuve a punto de llamarla, como de costumbre, “¡Emma, ven a recoger tus
juguetes!” Pero la niña no vino a visitarnos. Entonces, casi me sale del alma
un grito (que no llegó a producirse, pues no quise asustar a mi novia): “¡Emma,
ven a desperdigar tus juguetes y a tirar todo lo que gustes, por favor!”.
Por ella, por los niños, por todos
nuestros familiares con factor de riesgo (todos tenemos familia en esa
condición), guardémonos un tiempo. El necesario.
Para darle productividad al tiempo
de claustro, hice casi todas mis tareas. Practiqué guitarra, leí cuentos de
Jesús Gardea (confirmé mi percepción de que se trata de un maestro) ejercité mi
cuerpo, lavé trastos, conversé en buena paz con mi compañera, procuré comer nada
más lo necesario, etcétera.
Mañana será otro día. Trataré de ofrecer
un tema interesante. Ahora, descansen y reciban ustedes mi abrazo fraterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario