jueves, 2 de abril de 2020

Qué hacer durante una reclusión voluntaria (14)


Amigos y amigas, hoy es 2 de abril, fecha de innúmeros acontecimientos célebres en el mundo hispanohablante, y en otros mundos, también. Para comprobarlo, vayan a Wikipedia. En México, el 2 de abril de 1867, el general Porfirio Díaz tomó militarmente la ciudad de Puebla. Fue la famosa batalla contra el ejército imperial que defendía a Maximiliano de Habsburgo, por la que Díaz es conocido como “el héroe del 2 de abril”.
            Les comentaré ahora sobre un artículo que leí en la revista digital La Otra (laotrarevista.com), escrito por la politóloga argentina Pilar Calveiro Garrido. Advierto a ustedes que el artículo es polémico y no empata del todo con las posiciones oficiales y mediáticas sobre el tema de la pandemia. No obstante esto último, me parecieron más que rescatables muchas de las cosas que dice ahí, de las cuales compartiré esto: “Es preciso reconocer y enfrentar el miedo en compañía de los otros, con los otros y para los otros”. Es decir, no hagamos del aislamiento un absoluto, sino mantengamos la comunicación permanente con nuestra gente cercana (y con la lejana, que también es nuestra gente). Debemos apoyar y procurar, al menos, que nadie se sienta del todo solitario. Esto lo resume Pilar en esta otra frase: “frente a las prácticas inmunitarias, construir comunidad”. Se nos viene un periodo, después de la tormenta viral, de carencias y agudización de la pobreza y la desigualdad, junto al mayor enriquecimiento de los más ricos. No es que ellos lo busquen, sólo es una consecuencia de este tipo de crisis y de cómo funciona el sistema. Tanto ricos como clasemedieros y pobres tendríamos que buscar el bienestar común para que no colapse la convivencia. Una sociedad sana corporal y económicamente nos daría tranquilidad a todos, sin importar nuestro nivel. Una sociedad donde hay personas que viven en la miseria, sin duda padece una enfermedad que afecta a todo el conjunto.
            Paso abruptamente a mi asunto preferido, y espero que no resulte algo tedioso para mis cuatro amables y pacientes lectores: sí, hablaremos durante las diez siguientes líneas acerca de literatura.
            Como ya terminé el libro de Cortázar, estuve varias horas meditando sobre qué obra sería mi siguiente lectura. Me decidí por Jesús Gardea, de quien he leído casi todas sus novelas y cuentos. No es mucho, pues murió joven (a los sesenta años), pero también he leído varios de los trabajos y tesis que se han escrito sobre su narrativa y poesía. No todo, pues los ensayos acerca de este autor deliciense que radicó muchos años en Ciudad Juárez es casi inabarcable. Sobre todo por la dificultad que representaría conseguir todos los artículos, tesis, ensayos producidos hasta hoy (y se siguen produciendo). El propósito, pues, consiste en releer varios de los textos que ya conozco y terminar de leer todo su material publicado. Al menos lo que tengo en mis estantes y, si algo me falta, trataré de conseguirlo.
            Cuando comencé a leer los cuentos de Jesús Gardea (en 2015), también fui anotando en un cuaderno y en el tomo de sus Cuentos reunidos mis impresiones y reflexiones. Como consecuencia, al final del viaje lector podré trabajar con esas notas y armar por lo menos un pequeño ensayo. Me anima a ello el hecho de que muchos nuevos literatos de esta ciudad lo desconocen, y a mí me parece un autor importante, cuya prosa está sembrada de poesía, y no debe quedar en el olvido. No cambiaría uno de sus cuentos por toda la obra de algunos autores que he leído. No es menosprecio de nadie, sólo quiero dar una medida de cuánto me importa el tal Gardea. Y miento un poco, pues tengo cinco años postergando esta labor, pero quizá para bien.
            Ya rebasé por mucho las diez líneas prometidas, ¿verdad? Me despido entonces con un abrazo y mi reiterada recomendación de que nos cuidemos y cuidemos a los demás. Veo con tristeza que algunas personas siguen celebrando fiestas donde acuden decenas de amigos. Sé que es difícil evitar la alegría y sus manifestaciones, pero en momentos como este casi resulta criminal todo descuido, pues si un solo asistente a la fiesta está infectado, quizá todos los festejantes acabarán contagiados y de ahí se continuará la cadena, como efecto dominó.
            En fin, a guardarnos lo más posible y vivir el confinamiento con toda la creatividad de que seamos capaces: hacer cosas nuevas, aprender lo que tanto hemos deseado, cultivar una buena relación con quienes habitan en la misma casa.
            Hasta la próxima.
           


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