Amigos y amigas, hoy es 2 de abril, fecha
de innúmeros acontecimientos célebres en el mundo hispanohablante, y en otros
mundos, también. Para comprobarlo, vayan a Wikipedia. En México, el 2 de abril
de 1867, el general Porfirio Díaz tomó militarmente la ciudad de Puebla. Fue la
famosa batalla contra el ejército imperial que defendía a Maximiliano de Habsburgo,
por la que Díaz es conocido como “el héroe del 2 de abril”.
Les
comentaré ahora sobre un artículo que leí en la revista digital La Otra
(laotrarevista.com), escrito por la politóloga argentina Pilar Calveiro Garrido.
Advierto a ustedes que el artículo es polémico y no empata del todo con las
posiciones oficiales y mediáticas sobre el tema de la pandemia. No obstante
esto último, me parecieron más que rescatables muchas de las cosas que dice
ahí, de las cuales compartiré esto: “Es preciso reconocer y enfrentar el miedo
en compañía de los otros, con los otros y para los otros”. Es decir, no hagamos
del aislamiento un absoluto, sino mantengamos la comunicación permanente con
nuestra gente cercana (y con la lejana, que también es nuestra gente). Debemos apoyar
y procurar, al menos, que nadie se sienta del todo solitario. Esto lo resume
Pilar en esta otra frase: “frente a las prácticas inmunitarias, construir
comunidad”. Se nos viene un periodo, después de la tormenta viral, de carencias
y agudización de la pobreza y la desigualdad, junto al mayor enriquecimiento de
los más ricos. No es que ellos lo busquen, sólo es una consecuencia de este
tipo de crisis y de cómo funciona el sistema. Tanto ricos como clasemedieros y
pobres tendríamos que buscar el bienestar común para que no colapse la convivencia.
Una sociedad sana corporal y económicamente nos daría tranquilidad a todos, sin
importar nuestro nivel. Una sociedad donde hay personas que viven en la miseria,
sin duda padece una enfermedad que afecta a todo el conjunto.
Paso
abruptamente a mi asunto preferido, y espero que no resulte algo tedioso para mis
cuatro amables y pacientes lectores: sí, hablaremos durante las diez siguientes
líneas acerca de literatura.
Como
ya terminé el libro de Cortázar, estuve varias horas meditando sobre qué obra
sería mi siguiente lectura. Me decidí por Jesús Gardea, de quien he leído casi todas
sus novelas y cuentos. No es mucho, pues murió joven (a los sesenta años), pero
también he leído varios de los trabajos y tesis que se han escrito sobre su narrativa
y poesía. No todo, pues los ensayos acerca de este autor deliciense que radicó
muchos años en Ciudad Juárez es casi inabarcable. Sobre todo por la dificultad
que representaría conseguir todos los artículos, tesis, ensayos producidos hasta
hoy (y se siguen produciendo). El propósito, pues, consiste en releer varios de
los textos que ya conozco y terminar de leer todo su material publicado. Al
menos lo que tengo en mis estantes y, si algo me falta, trataré de conseguirlo.
Cuando
comencé a leer los cuentos de Jesús Gardea (en 2015), también fui anotando en
un cuaderno y en el tomo de sus Cuentos reunidos mis impresiones y
reflexiones. Como consecuencia, al final del viaje lector podré trabajar con
esas notas y armar por lo menos un pequeño ensayo. Me anima a ello el hecho de
que muchos nuevos literatos de esta ciudad lo desconocen, y a mí me parece un
autor importante, cuya prosa está sembrada de poesía, y no debe quedar en el
olvido. No cambiaría uno de sus cuentos por toda la obra de algunos autores que
he leído. No es menosprecio de nadie, sólo quiero dar una medida de cuánto me
importa el tal Gardea. Y miento un poco, pues tengo cinco años postergando esta
labor, pero quizá para bien.
Ya
rebasé por mucho las diez líneas prometidas, ¿verdad? Me despido entonces con
un abrazo y mi reiterada recomendación de que nos cuidemos y cuidemos a los demás.
Veo con tristeza que algunas personas siguen celebrando fiestas donde acuden
decenas de amigos. Sé que es difícil evitar la alegría y sus manifestaciones,
pero en momentos como este casi resulta criminal todo descuido, pues si un solo
asistente a la fiesta está infectado, quizá todos los festejantes acabarán
contagiados y de ahí se continuará la cadena, como efecto dominó.
En
fin, a guardarnos lo más posible y vivir el confinamiento con toda la
creatividad de que seamos capaces: hacer cosas nuevas, aprender lo que tanto
hemos deseado, cultivar una buena relación con quienes habitan en la misma
casa.
Hasta
la próxima.
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