miércoles, 1 de abril de 2020

Qué hacer durante una reclusión voluntaria (13)


Buen inicio de mes, amigos y amigas:
Nuevamente prescindiré del tedioso relato de mis actividades personales en este nuevo día de confinamiento. En lugar de eso, les diré que, a la vista del triste aumento de casos comprobados de contagio, surgen oportunidades de ayuda: vi en las noticias de TV que un profesionista juarense tuvo la iniciativa (así lo entendí) de idear un modo de construir respiradores mecánicos a bajo costo, con ayuda de impresoras 3D; otra iniciativa, esta vez dispersa en varios puntos de la ciudad, ha sido la de fabricar cubrebocas de tela “reusables y lavables”, para suplir la escasez de estas cosas en la ciudad. Creo que en Juárez hay muchas personas que pueden hacer costuras en una máquina de coser (o a mano). Será necesario su trabajo y talento para afrontar los días próximos.
            Cierto que la violencia delincuencial causará y está causando muchas más muertes que las debidas a la pandemia, pero quienes somos ajenos a ese mundo de las narcodisputas tenemos que buscar defensas y escudos contra un enemigo pequeño y mortal, que es el Covid-19. ¿Dije que somos ajenos a la violencia de las balas? Es una ironía: desde luego que nadie es ajeno a una realidad que nos envuelve y nos pudre. Desde que consumimos drogas (yo ya no) y guardamos silencio ante la incapacidad gubernamental para controlar el tráfico y el empoderamiento de quienes mandan en el bajo mundo (y quizá participan de la alta sociedad), todos tenemos algo que ver.
            Pero mejor hablemos un poco de literatura, porque en el encierro largo que nos espera, pocos consuelos serán tan preciados como un libro. Digo, un libro por semana, al menos. Acabo de terminar la lectura de Clases de literatura, Berkeley, 1980. Julio Cortázar es ahora mucho más importante para mí por su visión del nexo inevitable que tienen la escritura artística y la realidad social, el entorno de escritores y lectores. Quiero permitirme citar unas cuantas líneas de ese libro donde el autor se revela en la oralidad como una persona semejante a la que escribió esas grandes obras inolvidables: Rayuela, “El perseguidor”, “La noche bocarriba”, “Continuidad de los parques”, etcétera, etcétera. Va la cita, tomada de ese libro que acabo de leer:

“…me avergüenza que entre nosotros haya intelectuales que todavía escamotean el hecho desnudo y monstruoso de que vivimos rodeados por millones de analfabetos cuya conquista cultural más importante se reduce a las tiras cómicas y a las telenovelas cuando son lo bastante afortunados para llegar a ellas” (p. 303).

Vemos la ideología estética del argentino en estas líneas. Muchos pasajes del libro son citables, pero siempre que se toma un fragmento de texto y se publica, hay el riesgo de traicionar el sentido que el autor deseaba dar a su escrito en el contexto general de la obra donde aparece. Además, estas crónicas pretenden ser breves y tienen el propósito central de divertir a ustedes.
            Me despido deseándoles salud y paciencia en el encierro. No se olviden por favor de quienes nada tienen y sufren más que otros porque se quedan sin empleo, sin alimento y otros bienes básicos.
            Hasta la próxima.

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