Buenas noches, hombres y mujeres, campeones de la
supervivencia.
Descubrí,
este día final de marzo del año virulento, la clave más importante de la
supervivencia eremita: más de dos horas de televisión son capaces de mutilar
las tareas creativas de un día entero. De plano, no alcanza el tiempo para
ejercitar el cuerpo, leer un capítulo del libro en turno, practicar un
instrumento musical, escribir un poema, un cuento, unas páginas de novela. Ya
no se diga dibujar o hacer carpintería.
No
obstante, vencí a un par de fantasmas del encierro. A la holgazanería, primero,
pues reparé algún desperfecto de los aparatos domésticos, lavé algunos trastos,
corté la verdura en trocitos para que comiéramos mi novia y yo, salí a saltar
la cuerda en el patio hasta que mi resuello no dio para más. El segundo
fantasma fue el del alcoholismo, pues teniendo a la vista un par de cervezas y una
botella de tequila, me negué a darles siquiera un besito. Vaya que fue un trago
difícil declinar esos tragos. Ya no hablo de un tercer trasgo, el que nos manda
comer y comer como consuelo. A ese lo tengo más o menos domado.
Ya no
alcancé a leer suficientes páginas de Lecciones de literatura, pero
puedo decir que en un día más habré finalizado sus trescientas y pico de
páginas. Páginas deleitables, eso sí. No escribí mi poema del día, y eso es un
pecado que me causa remordimientos. Sin embargo, es bueno que la inspiración
llegue cuando quiera llegar, mejor que forzada por el compromiso de un
proyecto.
Queridos
hermanos del exilio en casa, con esto termino mi parca relación de hoy, para
ocupar el resto de la noche en darle uso a mi lira, no se me vaya a oxidar. Y
también deseo dormirme temprano para despertar temprano. No tanto como mis
abuelos cuando estaban en el campo, que salían hacia las tierras de labor mucho
antes que se disipara la oscuridad nocturna, pero sí a una hora digna, decente
de empezar el día (de pronto me viene a la memoria esa canción de Joan Manuel Serrat:
“hoy puede ser un gran día / difícil de recuperar…”).
Hasta la próxima, amigas y amigos. Sigamos sacándole la vuelta a ese virus tan eficaz
para saltar de una persona a otra y mantengamos el sentido del humor, la virtud
de reír con facilidad.
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