martes, 31 de marzo de 2020

Qué hacer durante una reclusión voluntaria (12)


Buenas noches, hombres y mujeres, campeones de la supervivencia.
            Descubrí, este día final de marzo del año virulento, la clave más importante de la supervivencia eremita: más de dos horas de televisión son capaces de mutilar las tareas creativas de un día entero. De plano, no alcanza el tiempo para ejercitar el cuerpo, leer un capítulo del libro en turno, practicar un instrumento musical, escribir un poema, un cuento, unas páginas de novela. Ya no se diga dibujar o hacer carpintería.
            No obstante, vencí a un par de fantasmas del encierro. A la holgazanería, primero, pues reparé algún desperfecto de los aparatos domésticos, lavé algunos trastos, corté la verdura en trocitos para que comiéramos mi novia y yo, salí a saltar la cuerda en el patio hasta que mi resuello no dio para más. El segundo fantasma fue el del alcoholismo, pues teniendo a la vista un par de cervezas y una botella de tequila, me negué a darles siquiera un besito. Vaya que fue un trago difícil declinar esos tragos. Ya no hablo de un tercer trasgo, el que nos manda comer y comer como consuelo. A ese lo tengo más o menos domado.
            Ya no alcancé a leer suficientes páginas de Lecciones de literatura, pero puedo decir que en un día más habré finalizado sus trescientas y pico de páginas. Páginas deleitables, eso sí. No escribí mi poema del día, y eso es un pecado que me causa remordimientos. Sin embargo, es bueno que la inspiración llegue cuando quiera llegar, mejor que forzada por el compromiso de un proyecto.
            Queridos hermanos del exilio en casa, con esto termino mi parca relación de hoy, para ocupar el resto de la noche en darle uso a mi lira, no se me vaya a oxidar. Y también deseo dormirme temprano para despertar temprano. No tanto como mis abuelos cuando estaban en el campo, que salían hacia las tierras de labor mucho antes que se disipara la oscuridad nocturna, pero sí a una hora digna, decente de empezar el día (de pronto me viene a la memoria esa canción de Joan Manuel Serrat: “hoy puede ser un gran día / difícil de recuperar…”).
            Hasta la próxima, amigas y amigos. Sigamos sacándole la vuelta a ese virus tan eficaz para saltar de una persona a otra y mantengamos el sentido del humor, la virtud de reír con facilidad.


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