domingo, 29 de marzo de 2020

Qué hacer durante una reclusión voluntaria (10)

Queridos y pacientes lectores, lectoras de este comunicado periódico:

Pues qué les cuento, que ya mis nobles anfitriones pudieron descansar de mí, porque regresé a vivir con mi novia. La tenían en cuarentena por su reciente viaje a Washington. Un simple lapso de precaución. Pero sigo, seguimos siendo precavidos para salvaguardar nuestra salud y la de toda la familia que nos rodea. Y también las amistades, compañeros, etcétera. Al cuidarme, te cuido, es nuestro eslógan.

Hicimos una breve caminata, con los respectivos cubrebocas. Por cierto, aunque no entro ya en las tiendas, observé que sigue habiendo despreocupación entre muchos juarenses. Nada de distancia saludable, nada de cubrebocas y guantes. Ojalá no tengamos que lamentarlo.

Más tarde, comimos frugalmente y procurando que no falte alguna fruta, un poco de verdura. Prescindimos, por salud, de refrescos y golosinas. Apenas si probé alguna bebida recreativa (cerveza). Ella decidió aplazar esos placeres para otro momento.

Practiqué por varios minutos la escala de Do en la guitarra. Es uno de los ejercicios encomendados por la rondalla donde aspiro a tocar cuando amaine la tormenta virulosa.

Corregí e imprimí varios poemas que engrosaron las páginas de un par de libros. Seguirán inéditos hasta que me parezca que su calidad los hace dignos de publicación.

Lo que no logro terminar, queridos amigos, amigas, es un libro de Julio Cortázar (Lecciones de literatura. Berkeley, 1980). No son más de 300 páginas, pero cada una tan interesante que me detengo a dialogar de vez en cuando con el autor (como si fuera el amigo imaginario de un niño). Sin duda, en los primeros días de abril lo acabaré para dar comienzo a uno de mis proyectos: un ensayo sobre las novelas de Jesús Gardea; terminar tres poemarios que ya casi están listos; Componer una canción, armar un libro de cuentos con los que tengo sueltos y desordenados, etcétera, etcétera.

Bueno, fue poco lo que hice, pero no estuve holgazán del todo. Nunca hay que estarlo. Un abrazo afanoso para todos y todas ustedes.

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