Como ayer lo prometí, hoy terminé de ver El Faro,
película dirigida por Robert Eggers y protagonizada por Willem Dafoe y Robert
Pattinson, además de la participación de Valeriia Karaman, quien aparece unos
momentos como sirena. Es una historia intensa, con imágenes poéticas y audaces. Dos personajes que trabajan en el mantenimiento de la luz que guía a los
posibles marinos y pescadores en una costa, experimentan una lucha por mantener
la convivencia y el trabajo sin llegar a la locura. Confieso que mi limitado
conocimiento del inglés oral no me privó del goce de esta obra, más apoyada en la
estética visual y en las situaciones que viven los dos varones, uno viejo y
otro joven, quienes enfrentan la furia de tormentas del mar, del cielo y las
íntimas, humanas. Hay magia, fantasía y violencia, tanto en la naturaleza exterior
como en el interior de la vivienda que comparten los personajes.
Mejor verla que escuchar una reseña.
Luego de esta sesión de cine, decidí caminar un poco,
aprovechando el ascenso de temperatura y el cielo despejado. Había, eso sí, un poco
de viento frío. A pesar de las precavidas recomendaciones, estuve a punto de
entrar a una farmacia para hacer algunas compras no indispensables: cierta
marca de pasta dental, guantes de látex. Sin embargo, recordé que mi condición vulnerable
(pulmones con fibrosis), me obliga a permanecer lejos de tiendas y de todo
contacto humano que no sea el de la casa donde habito. Hay que ser responsables
en esta emergencia de salud.
Pronto regresé, pues, sobre mis pasos y me puse a
meditar sobre las cosas que me quedan por hacer en una situación de encierro.
Leí y releí otro poema de Stephen Spender (a este paso, será un poema por día).
“Airman”, es el título. No son más de doce versos, pero vale la pena de leerse
con atención. Intentaré traducirla dignamente, pero antes les ofrezco aquí una
fotografía del texto.
Para quienes no leen inglés, adelanto que se trata de
un piloto de guerra a quien poco preocupan los halcones en la altura, pero a
las águilas que tanto le atemorizan (quizá los aviones enemigos) tampoco los ve
con rencor. Ha cruzado, dice el poema, la enorme nube, casi ha ganado una
guerra sobre el sol. Los dos versos finales parecen indicar que su nave fue
abatida y su cuerpo, ahogado como Ícaro en medio del océano, sólo ha sido en
parte recobrado.
También me puse a leer un libro que voy terminando en
plazos: La peor parte, de Fernando Savater. Una historia de su gran amor
perdido, escrita desde una viudez naturalmente atormentada pero donde Savater
conserva y rescata los momentos gratos festivos, inolvidables de aquella
relación amorosa de muchos años. Hermoso libro, ameno como todo lo de este
autor español.
Ayudé un poco a mi hermana con sus trabajos literarios
y conviví hasta donde lo permite el respeto al espacio ajeno. Oh, además recibí
una clase magistral sobre cómo cocinar una tortilla española de patata (o papa,
como decimos nosotros). Espero un día poder dejarla tan perfecta y sabrosa como
esta que hizo mi hermana.
Como recibí por correo electrónico unas partituras de
ejercicios para guitarra, gracias a la generosidad de mi maestro Alejandro Ramírez,
comencé a trabajar la digitación de esas notas, a tratar de convertir en
sonidos coherentes esa escritura que apenas comienzo a conocer.
Luego de postear para ustedes estas líneas, creo que
volveré a la lectura de alguna obra shakespeariana o a trabajar un poco mis
escuálidos músculos (o ambas cosas). Mi descubrimiento de hoy que el tiempo
alcanza sólo si lo administramos bien. Yo todavía no lo consigo, pero es parte
de mis trabajos pendientes.
PD: tal vez, en lugar de relatos de mis actividades,
pondré aquí una serie de reflexiones, aforismos, pequeños poemas propios. Será
material más breve y, espero, de mayor interés general.
Hasta la próxima, entonces, y sigan cuidando su salud,
por favor.
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