Hablemos de civilización. Entre otras cosas, la
palabra me hace pensar en una mudanza, ocurrida no sé cuándo en tiempos muy
antiguos y de manera gradual: los humanos fuimos cambiando nuestras costumbres
nómadas y la migración perpetua se fue frenando en asentamientos permanentes como
aldeas, pueblos, ciudades. La civitas, que fue el nombre latino de donde
ha derivado todo un corpus de palabras en español: ciudad, civilización, civil,
civilidad, cívico, civismo, etcétera. La idea de civilización está muy
relacionada, por lo menos en esta era, al concepto “democracia”.
Debemos suponer, en tiempos actuales, que la
vida social citadina trajo costumbres mejores, una vida superior, una
organización donde las personas dejan atrás el salvajismo propio del bosque y
las montañas, donde habitan las fieras.
Quién sabe, pero por lo pronto ganamos en
comodidad porque ya no tenemos que ir a buscar la comida en el monte, ya sea
recolectando frutos y raíces, ya cazando animales; tenemos un lugar fijo para
guarecernos del clima y podemos construir escuelas y sitios culturales;
trabajo, comercio, diversión y familias más o menos estables.
Creo que también perdimos. Lo instintivo de la
convivencia animal, que permite a toda la fauna de bosques y montañas
relacionarse con provecho para cada especie, es una forma de libertad no
destructiva. La restricción de esa libertad trajo problemas a la psique del
ciudadano, aunque ahora no tocaremos el tema. Las sociedades animales (todas:
vertebrados, peces, insectos, microbios) son amables con la ecología, pues no
la destruyen. Es posible demostrar que todos los reinos vivos del planeta,
excepto los humanos, contribuyen sin proponérselo a la conservación de esa
misma vida. La humanidad asentada en ciudades, en cambio, afecta negativamente
a muchos sistemas ecológicos. Sin duda enferma a toda la ecología, también sin
proponérselo, como efecto de su necesidad de riqueza, de progreso continuo.
Una de nuestras ventajas aparentes, el progreso
en la conservación de la salud, ha propiciado uno de nuestros mayores
problemas: el crecimiento poblacional descontrolado que genera hacinamientos,
montañas de basura, desigualdad inhumana, y muchos etcéteras.
Muchos estarán de acuerdo en que civilización
es un concepto que implica la sana, benéfica convivencia de todos los miembros
de una comunidad citadina, nacional y mundial. Si no hay esa convivencia,
parecemos una imagen deformada, una caricatura de las fieras, que se rigen
entre otras cosas por la ley del más fuerte. Aunque el mundo salvaje tiene en
realidad otras reglas naturales, desde luego no escritas, que permiten a una
especie sobrevivir sin exterminar a otras. Si los beneficios de la civilización
no llegan a todos, esta no es sino una perversión de la vida salvaje.
En mi opinión, la parcialidad de las ventajas
que ofrecen tanto la idea de civilidad como la de su actual forma evolucionada,
la democracia, demuestra que alguna razón tenía Malcolm X cuando declaraba: “Democracy
is hypocrisy”, lo cual traslado al español de esta manera: “La democracia es
una falacia”. Conste que no ataco a un sistema político para defender a otro.
El capitalismo es lo que hay, no más. El socialismo tal vez nunca existió sino
en teorías.
Sólo insistiré en esto: si la civilización no
llega a todos, si la democracia no puede beneficiar a ricos y pobres por igual
(por ejemplo, en atención médica, en educación), entonces se trata de una gran
mentira con muchos disfraces y colores partidistas. Pero esto es mi opinión, y
nada más.
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