sábado, 21 de marzo de 2020

Algunas ideas disparatadas (1)


Hablemos de civilización. Entre otras cosas, la palabra me hace pensar en una mudanza, ocurrida no sé cuándo en tiempos muy antiguos y de manera gradual: los humanos fuimos cambiando nuestras costumbres nómadas y la migración perpetua se fue frenando en asentamientos permanentes como aldeas, pueblos, ciudades. La civitas, que fue el nombre latino de donde ha derivado todo un corpus de palabras en español: ciudad, civilización, civil, civilidad, cívico, civismo, etcétera. La idea de civilización está muy relacionada, por lo menos en esta era, al concepto “democracia”.
Debemos suponer, en tiempos actuales, que la vida social citadina trajo costumbres mejores, una vida superior, una organización donde las personas dejan atrás el salvajismo propio del bosque y las montañas, donde habitan las fieras.
Quién sabe, pero por lo pronto ganamos en comodidad porque ya no tenemos que ir a buscar la comida en el monte, ya sea recolectando frutos y raíces, ya cazando animales; tenemos un lugar fijo para guarecernos del clima y podemos construir escuelas y sitios culturales; trabajo, comercio, diversión y familias más o menos estables.
Creo que también perdimos. Lo instintivo de la convivencia animal, que permite a toda la fauna de bosques y montañas relacionarse con provecho para cada especie, es una forma de libertad no destructiva. La restricción de esa libertad trajo problemas a la psique del ciudadano, aunque ahora no tocaremos el tema. Las sociedades animales (todas: vertebrados, peces, insectos, microbios) son amables con la ecología, pues no la destruyen. Es posible demostrar que todos los reinos vivos del planeta, excepto los humanos, contribuyen sin proponérselo a la conservación de esa misma vida. La humanidad asentada en ciudades, en cambio, afecta negativamente a muchos sistemas ecológicos. Sin duda enferma a toda la ecología, también sin proponérselo, como efecto de su necesidad de riqueza, de progreso continuo.
Una de nuestras ventajas aparentes, el progreso en la conservación de la salud, ha propiciado uno de nuestros mayores problemas: el crecimiento poblacional descontrolado que genera hacinamientos, montañas de basura, desigualdad inhumana, y muchos etcéteras.
Muchos estarán de acuerdo en que civilización es un concepto que implica la sana, benéfica convivencia de todos los miembros de una comunidad citadina, nacional y mundial. Si no hay esa convivencia, parecemos una imagen deformada, una caricatura de las fieras, que se rigen entre otras cosas por la ley del más fuerte. Aunque el mundo salvaje tiene en realidad otras reglas naturales, desde luego no escritas, que permiten a una especie sobrevivir sin exterminar a otras. Si los beneficios de la civilización no llegan a todos, esta no es sino una perversión de la vida salvaje.
En mi opinión, la parcialidad de las ventajas que ofrecen tanto la idea de civilidad como la de su actual forma evolucionada, la democracia, demuestra que alguna razón tenía Malcolm X cuando declaraba: “Democracy is hypocrisy”, lo cual traslado al español de esta manera: “La democracia es una falacia”. Conste que no ataco a un sistema político para defender a otro. El capitalismo es lo que hay, no más. El socialismo tal vez nunca existió sino en teorías.
Sólo insistiré en esto: si la civilización no llega a todos, si la democracia no puede beneficiar a ricos y pobres por igual (por ejemplo, en atención médica, en educación), entonces se trata de una gran mentira con muchos disfraces y colores partidistas. Pero esto es mi opinión, y nada más.

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