jueves, 4 de febrero de 2021

Negocio redondo. Por Agustín García Delgado

 


Imagen tomada en préstamo (sin afán de lucro) de http://puentelibre.mx/noticia/costos_tramites_incremento_4_ciudada_juarez/

El Registro Civil mexicano expide actas de nacimiento y de otro tipo. Suele entregar al usuario un documento con faltas ortográficas. La entrega es automatizada, es decir, el acta está almacenada en una base de datos, de modo que puede uno conseguirla tanto en oficinas de RC como en una máquina parecida a los cajeros automáticos bancarios. Basta introducir cierta información y el dinero requerido para obtener el papel. Es debido a esa automatización que nadie reclama porque el nombre u otros elementos estén mal redactados o contengan faltas ortográficas. La corrección se consigue mediante otro trámite oficial que, también, tiene un costo para el usuario.

            La información que contiene un acta de nacimiento está tomada de un libro donde fueron registrados el nombre y apellidos de la persona cuyos padres o algún familiar dictaron a un funcionario. Ahí mismo se revisaron, aprobaron y confirmaron los detalles, la ortografía y las fechas. El acta que una persona solicita es una copia del registro original, pero esa copia la realiza un secretario o una secretaria, quien lee y transcribe los datos en un soporte informático donde se almacenan. Con una asiduidad que puede contarse en millones, esas copias padecen errores y erratas causantes de problemas legales, demoras tramitológicas, pérdidas económicas y de tiempo. ¿Se puede culpar al copista por tales pérdidas? Desde luego, pero no sólo al copista, sino a la institución que ocupa a personas incapaces de tal trabajo. La institución (la Oficina de Registro Civil) adolece además de otros achaques. Por ejemplo, en su organigrama no se contempla la supervisión de calidad; además, es una oficina carente de ética, porque restan importancia a ese tipo de servicio defectuoso e ineficiente, de ahí que todo lo dejen al usuario: “Resuélvalo usted, págueme para que yo corrija mi error”, nos dicen con desfachatez. Pero va más allá el problema, pues en realidad se trata de un fraude, una manera injusta de quitarle dinero a usted y a mí y a todos. Sería mil veces más barato prevenir el problema, por ejemplo, ocupando capturistas con mejores habilidades mecanográficas y ortográficas, pero los burócratas no desean hacerlo, pues su negocio es el error y usted lo paga.

            Estas son cosas que los diputados, candidatos y gobernantes pasan por alto, pues nadie le ha puesto remedio ni lo ha intentado. Y hay muchas situaciones parecidas, como cuando la Comisión Federal de Electricidad le cobra a usted una cantidad imposible, pues usted no hizo el gasto de energía que informa el recibo. Nada puede hacerse: hay que pagar, porque la CFE no acepta reclamos ni hay nadie de esa institución que dé la cara para explicar sus irregularidades. Roban, pues, con toda impunidad, y con frecuencia son personas pobres las afectadas. Claro, son quienes cuentan con menos recursos defensivos. Es un problema parecido a los trámites que un abogado alarga hasta el infinito mientras usted, con la esperanza de acelerar el proceso, va entregando dinero al licenciado moroso.

            México tiene muchas anormalidades burocráticas absurdas, gracias a las cuales la población toda sufre estropicios y humillaciones. Este negocio redondo de las actas es una de tantas, pero existen tonterías como las multas en “barandilla”, donde una persona debe pagar, si lo llevaron ahí los policías, para librarse de un encierro preventivo, haya o no cometido una falta que amerite detención. Alguien tiene que decirlo. Nadie tiene derecho a callarse cuando se cometen injusticias tan severas y evidentes.

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