Amigos y amigas que se guardan en un
rinconcito del mundo:
A veces me da por soñar despierto. Hoy
estuve soñando que el nuevo coronavirus infectaba a todos los malvados del
mundo, a pesar del precio que pagamos con mucha gente buena que se enferma.
Niños y ancianos y hasta jóvenes. Soñé que el virus tenía esa misión, la de
barrer con tanta podredumbre espiritual.
Hay gente que por unas monedas (pocas,
muchas, siguen siendo como treinta) salen a la calle sin pensar en riesgos de
contagio. Deben de sentirse invulnerables, y cuando vuelven a sus casas hay una
o varias personas menos viviendo en el planeta. Sueño, pues, que no regresan
ellos y al otro día no hay noticias de otro asesinato, de un secuestro, de una
mujer o un hombre menos caminando por la tierra. Sueño que hay un viento viral
que se lleva el odio. Es más, hasta sueño que los gobernantes dejan de
ambicionar el poder y los beneficio$ que les traen los cargos públicos: todo
gracias a la sacudida que nos está dando la pandemia, que será un estremecimiento
a la conciencia y nos hará convivir humanamente…
Despierto de mi sueño y enciendo la TV. El
noticiero me despierta del todo: sigue el virus invadiendo cuerpos sociales y
cuerpos de carne y hueso. Pero nada dicen de que una escoba gigantesca haya
barrido la basura del mundo, la basura espiritual, el odio y la codicia que empuercan
calles y corazones.
Apago el aparato pesimista. Me voy a soñar
de nuevo mientras ejercito un poco mis huesos y medito. También la mente se
ejercita. Y respiro. También el aire da salud a los pulmones y a la sangre. Y
me río un poco. La risa es curativa. El humor nos permite soportar la
adversidad. Cuál adversidad: es sólo una tormenta y nos guarecemos mientras
pasa. El virus no barre nada, ni nuestra capacidad de cuidarnos unos a otros. Pasarán
varias semanas, pero saldremos a disfrutar el aire libre, a recoger las cosas
rotas, a componer la red de nuestras vidas.
Abrazo para todas y todos!
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