jueves, 30 de abril de 2020

Para divertirse un poco...


Carta en que digo adiós a una mujer que me abandona

Querida: qué va a ser de ti sin mí.
Claro, tienes todo el derecho de ejercer la crueldad de abandonarme, huir de mi vida como si fuera yo un supermercado de puerta giratoria. Como entras, sales. Ya sé, me lo has dicho: más bien soy un mercadito escaso, tiendita abarrotera de un barrio pobre, sin mucha variedad o novedades que ofrecer. Quizá por eso te aburriste de mi persona. Sí, pero de esas tienditas ya quedan muy pocas. Tenías esta rara avis a tu disposición y bien lo sabes.
            Todavía no sé de dónde tomas el valor para dejarme solo. Bueno, más bien me pediste que te dejara sola, que me fuera a buscar donde vivir, pero es lo mismo, aunque no es igual.
            Qué será de ti sin mí, te lo repito. Te quedas con mi biblioteca, te asiste el derecho, según me demostraste con argumentos invencibles. Bueno, pero pierdes esos momentos de paz cuando, sabiendo que yo leía en un sillón, tú te dedicabas a cualquier cosa de tu gusto. Decorar y limpiar la casa sin que nadie criticara tus curiosas ideas estéticas ni cuestionara si el acomodo de los muebles era el adecuado. Sé que mi presencia te daba seguridad para ser tú misma, proyectaba paz sobre el ambiente de la casa y se notaba en tu sonrisa, cada vez que, trajinando, pasabas junto a mí, que levantaba sonriente los pies para que pasaras la escoba, sin molestarme por la interrupción.
            Pierdes mucho con mi ausencia, como descubrirás con el tiempo y espero que, pensándolo de nuevo, reviertas tu dictamen cruel. Cuando veas el clavo en la pared donde colgaba mi guitarra, recordarás esos momentos de música y canciones, cierto que no de un artista profesional, pero interpretadas con mucho sentimiento. Hasta tu fastidio por el ruido, porque gracias a mí no podías escuchar tu película en la televisión, hasta eso, te digo, vas a extrañarlo. ¿A quién regañarás ahora? ¿Dónde encontrarás esos detalles de dificultad que daban a tu vida condimento?
            Será difícil para ti vivir sin mí. Cierto que no tengo mis libros, mi sillón, y tendré que buscar un techo que me cubra. Claro, la casa siempre fue tuya, y ahora la tendrás toda para ti sola, pero no serás dichosa mientras recuerdes que yo busco algún rincón donde dormir. A solas, sin tu cuerpo. Pero, sin mí, serás tú quien más sufra.
            Como dice la canción, “¿Quién dará a tu techo color y a tu lecho calor?”. Ya sé, ya sé: cuando escuchabas esa letra decías que era absurda, porque la respuesta es obvia: otra pintura, otra calidez, otra calidad de hombre. Sin embargo, no lo creo. No estarás mejor sin mí y espero que recapacites. Yo esperaré tu arrepentimiento, pero no creas que para siempre.
            Escribo esta carta que dejaré en tu buzón, ya que me negarás la entrada en tu casa y en tu vida, para ayudarte a cambiar tu decisión. Volveré a revisar, en el mismo lugar, por si me dejas tu respuesta. Si mis consejos te ayudan y me ruegas volver, encontraré tu carta perfumada y esta sola palabra: “Vuelve conmigo, amor”. Bueno, tal vez muchas palabras suplicantes. Si, en cambio, encuentro el sobre sin abrir, roto en pedazos (como supongo que sucederá porque conozco tu carácter), me pondré triste. Qué será de ti sin mí.



No hay comentarios: