Hoy fui
un poco flojo porque no escribí poemas, y debiera ser más productivo que nunca.
Sin embargo, llamé a mi madre, a mi amor; vi algunas fotos de personas
queridas, conversé con mi hermana y mi cuñado; hice alguna tarea del hogar.
En el
aspecto cultural, avancé algunas páginas de un libro que voy leyendo en abonos,
Cronología del progreso, de Gabriel Zaid. Es pertinente confesar que, en
mi opinión, Gabriel Zaid es el ensayista mexicano más interesante, acertado e
informado. Una de las mentes más brillantes de nuestro país. Leer sus libros
siempre es provechoso.
Otros
libros que me devoro a plazos: el que ya les he mencionado de Fernando Savater,
La peor parte; Clases de literatura. Berkeley, 1980, de Julio
Cortázar; Cómo leer un poema, de Terry Eagleton; Dylan poeta.
Visiones del pecado, de Christopher Ricks. Con eso bastará por lo pronto,
¿verdad?
Como
no quiero imponer en esta casa, que no es la mía, un ambiente ruidoso y ajeno a
las costumbres y ritmos de mis anfitriones, practiqué un poco mis lecciones de
guitarra con las cuerdas apagadas. ¿Cómo? Puse una cinta de tela a lo ancho del
encordado para ahogar su sonido. Así, pude repasar unos minutos los primeros
compases del primer estudio (son 25), de Mateo Carcassi. Avancé poco, unos diez
compases de ejercicios que ascienden y descienden de Do a Do por tres octavas,
creo. El ejercicio parece muy sencillo a la vista, pero en la práctica requiere
muchas repeticiones para empezar a dominarlo. Estoy lejos de ello, pero creo
que no me faltará tiempo para machetear.
Más
tarde, veré con mis huéspedes un par de capítulos de la miniserie policiaca
Zero, Zero, Zero. Tal vez me bañe, luego de eso.
Amigas, amigos: que la música los acompañe, además de
sus lecturas y manualidades. Algún día de estos retornaré a mis trabajos de
tejido con estambre y con cuerda de nylon (paracord). Distancia saludable,
abrazos de aire, amor y cuidado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario