miércoles, 1 de enero de 2020

Apuntes sobre el fenómeno haiku (3)


El haiku, ¿poema proteico?

Hay una característica del haiku que me intriga: en la secuencia de transformaciones que varios autores sugieren o practican, muchas modificaciones han dado formas diversas a un género que nació con ciertas rigideces.

Esto debe aclararse: la forma “clásica” del haiku japonés consiste no solo en su métrica (dos ideas separadas por un corte sintáctico o kireji; diecisiete sílabas), sino también en la inclusión de una palabra estacional o kigo. Además, no suelen admitirse (se dice) figuras retóricas, ni la inclusión del yo como protagonista, ausencia de título, entre otros detalles. Estas características formales nacen de la historia misma del haiku, de la cual hablaremos más adelante. Tal “rigidez”, entonces, no es una imposición de alguien, sino que le viene de nacimiento.
Por añadidura, la métrica de este género es compartida por varios otros géneros en la poesía japonesa, por lo cual se debe tener cuidado de no identificar un poema como haiku con base en sus líneas de 5, 7 y 5 sílabas.

Algunas compilaciones de, por ejemplo, haiku norteamericanos parecerían indicar que cualquier texto con tres líneas breves puede llamarse así.

Las traducciones occidentales (y de varios japoneses) del haiku japonés a otros idiomas ha establecido la costumbre de presentarlo en tres líneas de 5, 7, 5 sílabas. Sin embargo, este tipo de poema no siempre tiene 17 sílabas y no siempre es posible agruparlo, en la traducción, como 5, 7, 5. Entrado el siglo XX, surgieron cada vez más poetas, japoneses y de otras nacionalidades, que han preferido formatos no ortodoxos o “clásicos”, de modo que se proponen haikus de una línea, de quince o menos sílabas, de veinte o más sílabas, de cuatro líneas, etc. Otro cambio notable es que, al menos en el mundo angloparlante, es cada vez más aceptada la idea de que toda composición con métrica 5, 7, 5 puede llamarse haiku. La forma poética más cercana, que para muchos es opuesta al haiku, sería el senryu: varios autores coinciden en que es difícil distinguir entre uno y otro. Blyth, el gran estudioso del haiku y otros géneros poéticos del Japón, aporta un par de ejemplos explicados, luego de estas palabras sobre ambas formas poéticas: “El haiku puede verterse en la debilidad y decadencia de la vida; el senryu, en la crueldad”.

                        El viejo koto;
            Un ratón aparece;
                        Tarde de primavera.                 Kyôday

Hay una extraña y tenue relación entre la edad del koto, una especie de arpa, su naturaleza, el ratón, y la tarde primaveral. En todo ello hay cierta degeneración, algo de muerte y cansancio, algo secreto y oscuro.
            Volviendo de observar las flores,
                        –¡Su casa
            quemada hasta los cimientos!

Este senryu es insensible, y aún es poesía. La vida es como esto. La tibieza del sol hace florecer al cerezo; y también seca la casa, así que arde con fuerza. Hay una semejanza, pero también qué violenta diferencia, en las flores, su delicado perfume y color sonrosado, y los ennegrecidos tocones de pilares y postes.[1]

Junto a muchas propuestas prácticas de cambios en el metro y otras características, el haiku “clásico” sigue siendo multitudinario.

En la historia de la poesía mundial se han creado múltiples “formatos” o poemas de forma fija, como el terceto en decasílabo (usado por Dante y muchos otros), el soneto (de origen italiano), la octava real, la copla manriqueña, la décima octosilábica y muchos otros. De todos ellos, me interesa el soneto. Durante muchos años pensé, por falta de curiosidad investigativa, que las modificaciones a la forma clásica empleadas por los poetas de todos los tiempos eran escasas o, incluso raras. Las variantes más conocidas del soneto son, hasta donde yo sabía, las siguientes:

1. La forma distinta entre el soneto de herencia italiana o petrarquista (dos cuartetos seguidos de dos tercetos) y el soneto inglés, llamado también shakespeareano (tres cuartetos rematados por un dístico monorrimo). Las variantes en cuanto a esquemas de rima me parecían poco más que las múltiples posibilidades inherentes a la forma fija.
2. El agregado final o estrambote. Generalmente se trata de uno, dos o tres versos finales, endecasílabos o combinación de este metro con heptasílabos.
3. Las distintas métricas históricamente empleadas: sonetos en verso alejandrino (14 sílabas), decasílabos, octosílabos (llamados a veces, de aquí a menor metro, sonetillos). Hay hasta el extremo experimentado por José Juan Tablada, de una sola sílaba por verso (y, por tanto, bisílabo). El texto se llama “Soneto sin ripios”.

En realidad, las variantes del soneto son muchas más, y la comunidad literaria las acepta sin reproche.
Mi conclusión es que no debe sorprendernos este juego de las variantes poéticas del haiku y las mutaciones que ha sufrido en diversos tiempos y lugares. Ni la “palabra de estación”, ni el acomodo en tres versos, ni otras características resultan inamovibles. Lo que sí creo imprescindible es la investigación: antes de llamar “haiku” a un escrito, conviene saber del modo más amplio posible la historia de este fenómeno literario, su espíritu en el origen, sus adaptaciones en cada nación. De otro modo, faltamos al respeto que nos merece la poesía.

Esto es parte, en fin, de una rica discusión que lleva mucho tiempo planteándose, tanto en Japón como en otros países.


[1] R. H. Blyth, Senryu. Japanese Satirical Verses. The Hokuseido Press, 1949, p. 27. Traduzco del inglés original, aunque suprimí, por comodidad, los caracteres japoneses que preceden a cada poema. Blyth hizo este libro (y otros varios) incluyendo los poemas en su idioma originario; bajo estos, ofreció su traducción al inglés.

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