La
poesía está para salvar al mundo
Solo
que el mundo no siempre tiene intento
de
salvarse.
Solo
que el mundo no siempre sabe dónde están los salvavidas
y,
en todo caso, no siempre es la vida
lo
más importante de salvar.
Está
el recuerdo de un cuerpo, por ejemplo:
en
un cuerpo, en su memoria detallada,
hay
una conciencia de por qué cuidamos la salud.
Recordando
tu cuerpo es que comprendo cuánto importas
para
el mundo.
Hay
una conciencia de los ritmos de la vida,
encerrada
en tu cuerpo.
Qué
sería, sin ti, del mundo.
El
respeto debido al brillo de tus ojos
es
lo que dicta valores de la estética.
Al
mundo lo queremos bello, es decir,
con
poesía, y es tu cuerpo,
la
música de esa voz que brota de tu cuerpo,
lo que nos lleva a defender el aire limpio,
los
bosques verdes y poblados.
La
veneración mía por tu modo ondulatorio de existir,
los
vaivenes pendularios de tus frutos,
más
otras delicias de tu cuerpo,
promueven
el deseo por mantener vivo el planeta.
¿Dónde
podrías florecer si no es aquí en la Tierra?
Si
se acaba el mundo,
no
hay espacio para cuerpos como el tuyo.
Si
hemos de cuidar tu cuerpo y el cuerpo de los bosques
como
los grandes cuerpos de agua,
los
gránulos del cuerpo de la tierra,
cuidaremos
también la relación,
no
sé si humana, si divina,
de
tus labios con los pétalos
de
muchas flores diferentes y esparcidas por el mundo…
eso
es la poesía, una virtud esparcida por el mundo,
un
principio ecologista y lúdico.
La
memoria de tu cuerpo,
presencia
cotidiana, minuciosa,
eso
hay que salvar.
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