Hay
quien unta sangre al marco de su puerta
no
sea que la muerte quiera entrar.
Mientras
tanto, ángeles con uniforme blanco, azul,
armados
con ese tirapiedras que se llama ciencia,
con
escobas, también, y compasión
por
los enfermos, aguardan
donde
saben que la muerte ha de llegar.
Limpian
camas de hospital, aplazan el final
hasta
donde pueden amor y medicina.
Yo
pondré en el árbol una cinta blanca:
es
mi forma de aplaudir a nuestros ángeles
que
van armados de una ciencia minusválida
y
una vocación suprema.
En
la calle hay peligro, además de los contagios:
ese
lado imbécil de la gente
que
ve amenazas donde está su alivio.
Gente
que escupe al cielo, que golpea
contra
su propio escudo.
Yo
pondré una cinta blanca en la ventana.
Que
cuando pase una enfermera, un intendente,
un
médico que se descuida por cuidarme,
vea
que hay un corazón agradecido.
En
lugar de tinta roja o sangre en el dintel,
un
listón blanco.
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