domingo, 28 de septiembre de 2014

Sustentabilidad


“Sustentable” es una palabra, un adjetivo utilizado para definir cosas diversas. A veces se sustituye esta palabra con un sinónimo: “sostenible”, que me parece más preciso. Pero ¿qué se quiere sostener y por qué medios? Los discursos políticos suelen hablar, por ejemplo, de “desarrollo sustentable”. Me pregunto si es posible un desarrollo, un crecimiento sostenido, como si se pudiese subir más y más alto, sin encontrar un límite. O como si la riqueza pudiera engrosarse hasta el infinito, como un globo que se infla si parar, alcanzando el tamaño de un planeta.
En una página electrónica oficial del gobierno mexicano, llamada ProMéxico, se afirma lo siguiente:

La sustentabilidad se refiere a la administración eficiente y racional de los recursos, de manera tal que sea posible mejorar el bienestar de la población actual sin comprometer la calidad de vida de las generaciones futuras.  Uno de los principales retos que enfrenta México en materia de desarrollo sustentable es incluir al medio ambiente como uno de los elementos de la competitividad y el desarrollo económico y social.Entre los factores clave del desarrollo sustentable, se encuentra el crecimiento poblacional, la demanda energética, el cambio climático, la escasez de recursos y del agua, y el manejo de residuos (http://www.promexico.gob.mx/desarrollo-sustentable/).

Subrayé la frase “mejorar el bienestar de la población actual” porque los conceptos de crecimiento, desarrollo, mejoría y modernidad son frecuentes en mucha de la propaganda política y gubernamental; eso no es ninguna novedad, pero no se anuncia un plazo para detener esa mejoría y, por lo tanto parece que se trata de un crecimiento hacia el infinito. Sin embargo, la capacidad de las mayorías mexicanas para comprar lo necesario para la vida se ha reducido, desde la década de los 80, según varios estudios, más del 70%. La perspectiva es más drástica si estudiamos nuestro nivel de vida en la mitad del siglo xx. Podría decirse que de un tiempo para acá hemos tenido una caída de ritmo sostenido en varios rubros económicos, medidos a partir del salario mínimo real, que es un buen indicador de cómo están las cosas. Entonces, el bienestar de la población actual, según las tendencias, no tiende a mejorar, sino al contrario. Las proyecciones indican que en mucho tiempo no sucederá tal cosa y yo ignoro si hay gobierno capaz de solucionar este problema. Tampoco sabemos si hay gobierno que desee tal cosa.
La verdad es que el discurso de las sociedades mundiales de países se refieren más bien, con el concepto “sustentabilidad”, al agotamiento de recursos naturales mediante una explotación inconsciente de los mismos. Simplemente, hay que mantener la economía en un ritmo que no agote las fuentes alimentarias y energéticas. Antes no se habían tomado en cuenta los problemas futuros derivados de prácticas empresariales muy ambiciosas. Ejemplo conocido por todos es la deforestación, muchas veces irreversibles, de bosques y selvas; caso similar es el desabasto de agua, provocado sobre todo por la sobrepoblación y por la concentración excesiva de personas en unas cuantas grandes ciudades. Quizá lo más grave de este desbalance en la relación entre personas y necesidades materiales, es el hecho de que se ocupan grandes extensiones de tierra para construir habitaciones; estas tierras eran la base alimentaria de la ciudad que crece y ahora está obligada a importar alimentos que ya no cultiva.
La ciudad no es autosuficiente; su vida económica no es autosustentable, sino que depende de productores lejanos que venderán más cara su mercancía porque deben pagar transportes, calcular pérdidas por el deterioro que el tiempo causa en los vegetales y, desde luego, obtener ganancias en la venta.
Un daño colateral del crecimiento industrial y comercial es la cantidad incontrolable de basura que producimos a cada minuto. Basura de todo tipo: líquidos tóxicos, botellas y objetos de plástico que nunca se degradan, objetos que se vuelven obsoletos para que tengamos que comprar la nueva versión. Basura en el aire, invisible a veces pero siempre masiva y dañosa: los gases que ayudan a calentar más de lo conveniente nuestro planeta en la parte donde habitamos los animales y plantas. La mayor parte de esos gases provienen de la sobrepoblación humana y de la sobrepoblación de ganado. Otra parte gigantesca de basura ambiental proviene de los vehículos con motor: aviones, barcos, automóviles.
Entonces, ¿qué hacer? ¿Ya no hay remedio? Tal vez sí, porque bastan algunos cambios más o menos sencillos. Si embargo, aunque haya soluciones posibles y que se pueden poner en práctica de inmediato, la resistencia más dura de vencer está en el cerebro, en la mentalidad de cada uno de nosotros.

Propuesta de soluciones
Primero, dejemos de creer que hay la obligación de prosperar, de mejorar nuestra vida económica: esa fue una idea traída por la modernidad para obligarnos a comprar sin fin, a llenarnos de objetos y falsas comodidades. Como decían nuestros abuelos, conviene trabajar para vivir, no vivir para el trabajo. En resumen, hay que desear menos cosas.
1) Toda esa inundación de aparatos electrónicos, “apps” y lanzamientos de objetos nuevos, relucientes, prometedores, forma parte de la vida no sustentable. Toda esa basura nos está cayendo encima, asfixiándonos. Vivamos con lo necesario y evitemos lo superfluo.
2) También podemos reducir el uso del automóvil para tener ocasión de mover nuestras piernas, de abrir nuestros pulmones. A muchas partes podemos ir caminando y también en bicicleta. En última instancia, caminemos al menos hasta la parada del autobús.
3) Comamos menos carne. Pero mucho menos carne. No porque no sea saludable, sino porque es más sano combinar los varios grupos alimenticios. Y también porque, si desalentamos la existencia excesiva de ganado, habrá menos contaminación de la atmósfera; habrá también, por consecuencia, más tierra para cultivar alimento para humanos en lugar de forrajes. Basta un poco por semana para suplir las proteínas que requiere el cuerpo, y muchas veces las encontramos en alimentos vegetales. Otro problema que se resolvería es la extinción de especies marinas, si dejamos de pedir pescado y mariscos en los restaurantes. También hay que bajarle al consumo de pollo, y muchos de ustedes saben por qué. En la medida de lo posible, cultivemos hortalizas y frutos en nuestros propios jardines, en lotes baldíos, en las paredes del patio (existe el método llamado hidroponía).
4) Eduquemos a los niños y jóvenes en una vida sin adicciones electrónicas. Tal vez el apego irresistible a los juegos electrónicos y a las computadoras, que se utilizan mayormente para perder el tiempo, prepara a nuestros descendientes en hábitos repetitivos y en dependencias muy similares a la drogadicción. Demos horas o por lo menos minutos cotidianos de compañía y conversación a nuestros niños, ancianos y amigos. Eduquémonos nosotros mismos en el abandono de falsas o verdaderas comodidades que, a la larga, se están convirtiendo en la ruina del mundo.
5) Evitemos la impresión de documentos siempre que no sea indispensable, para que no se destruyan más bosques y selvas.
6) Para rematar y remachar, seamos incrédulos ante discursos que nos hablan de “progreso”, “mejoría sostenida”, “crecimiento económico”. Lo que hoy necesitamos es un regreso a las formas básicas de vida: volvamos a la sencillez hasta donde seamos capaces. Si somos cada vez más quienes practicamos una vida más elemental y rica; volvamos a la vida cálida y sencilla. Eso sí nos permitirá sostener la duración de nuestra especie y la pervivencia de este vapuleado planeta.


(Texto leído en la Biblioteca Arturo Tolentino, en el marco del festival mundial "Cien mil poetas por el cambio. El evento en esta ciudad fue organizado por Lupita Fileto y Wilfredo Khan).




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