Hace unos días, el doctor Raúl Manríquez me hizo llegar, muestra
de calidez personal y generosidad, su poemario Alquimia de la muerte.
Con un tono íntimo y ritmo sosegado, perfectamente acorde con el tema de los versos,
el poeta nos acerca, desde escenarios muy bien construidos, a situaciones en
que la muerte está muy próxima, o bien, donde está ocurriendo o donde es una
presencia en la memoria. No faltan momentos en que se reflexiona sobre la
inminencia de “la amenazante sombra”, como la llama Raúl. Desde luego, también
hay poemas de esperanza, de amor. Y, debido a la formación académica del autor,
encontramos algunos excelentes poemas filosóficos. Algo más, su poesía es clara,
legible con todo y su profundidad. Esta cualidad es una joya que siempre
agradezco.
Pero no intento hacer un ensayo sobre la obra de Raúl
Manríquez. Para eso requiero más tiempo y espacio, si he de escribir algo digno
de su talento. Es frío, por cierto, hablar de talento frente a esta poesía. Primero
quiero reconocer mi asombro: no sabe uno cómo es que se guarda, casi escondido,
el trabajo de un buen poeta que no figura en cenáculos literarios, en “redes
sociales”. O, si lo hace, será restringido a un espacio donde le conocen como
poeta unas cuantas personas cercanas. De por sí, la producción de poesía no es,
hoy por hoy, un teatro de popularidad. Descubrir, en suma, un libro como este,
es un regalo.
Alquimia de la muerte es su único libro individual de
poesía. Antes participó en el texto colectivo Quinteto para un pretérito.
El resto de su producción literaria se extiende a dos volúmenes de cuentos y
dos novelas, además de su inclusión en Éranos. Investigaciones de filosofía
en el norte de México, publicado por la Universidad Autónoma de Ciudad
Juárez. Raúl Manríquez Moreno obtuvo el Premio Chihuahua de Literatura en el
año 2000; en el 2007, mereció el Premio Nacional de Novela “Justo Sierra O’Reilly”.
Creo que la mejor presentación de un libro es dejarlo
hablar, de modo que me atrevo a transcribir, con permiso del autor, uno de sus
poemas, con la promesa de que seguiré releyendo el libro y ofreciendo muestras
de esta poesía en periodos no regulares (la disciplina y el orden me son
difíciles). Lean ustedes el poema 6 de la sección “Teodicea”:
En un mundo en el que todo ocurre
lo imposible también tiene cabida.
Más allá de la ciencia y de la fe
de cuando en cuando, inexplicadamente
hay estrellas que se vuelven flores,
relámpagos que salvan a los hombres,
sombras que vuelven a la vida
o un destino final que no se cumple,
Son los milagros fisuras en el tiempo,
desasosiegos de lo cotidiano,
ventanas al misterio que fugazmente se abren,
interrupciones de la realidad.
¿De la cuántica y la coincidencia
la ínfima probabilidad
que alguna vez se cumple por azar?
¿O es Dios que rompe así
el infinito tedio de la eternidad?
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