domingo, 15 de marzo de 2020

Virus


Salí a caminar esta mañana, un poco aturdido por la angustia que los noticieros comunican: una situación más o menos apocalíptica, es lo que ofrecen como retrato mundial. Por las calles de esta mañana dominical, felizmente, parece que la vida continúa. Hay brotes de hojas tiernas que anuncian la primavera. Un rosal con botones donde ya se ve el color que tendrán las corolas. Las recientes e inesperadas lluvias dan alegría incluso a los troncos de moreras, lilas, laureles.
            Pienso, tras una bocanada de aire húmedo y delicioso, que hay fuerzas que no se detienen, flujos que no se interrumpen a causa de un virus. Mejor, dicho, la noticia de un virus que se reproduce no logra detener la vida natural; tampoco debería suspender la vida social.
            No soy nadie para decidir por las demás personas: qué hacer, qué no hacer. Sin embargo, hay cosas indudables, como la seguridad de un paseo por las calles, una caminata diaria por el parque. Si no tengo contacto cercano con grupos de gente en reuniones públicas, ¿por qué habría de temer? Un contagio no se obtiene a través del viento, si no hay una persona infectada y tosiendo o estornudando a un metro de distancia o menos. En cambio, mantener el organismo oxigenado mediante el ejercicio y la ración saludable de sol, ayudará a conservar fuerte el sistema inmune. La felicidad, la paz de un paseo tranquilo y con buen clima también libera reacciones químicas benéficas para el cuerpo y la mente; esto también fortalece las defensas.
            Creo que las personas vulnerables deben evitar, en la medida de lo posible y prudente, el sedentarismo e inmovilidad que produce el encierro. Si me equivoco, me atendré a la mejor opinión de los médicos.
            Ocurra lo que ocurra, el color de los pétalos en el rosal no perderá su viveza, las hojas continuarán llenando las copas de los árboles, que en pocos días estarán frondosos y animados. Los niños seguirán demandando el espacio del juego, llenando el aire con sus risas. Propongo que nos contagiemos de esa animación, aún conservando las precauciones recomendadas. Vivamos, caminemos, no dejemos de reír y respirar sin el sobresalto del miedo. Que no sea el pánico lo que nos enferme a todos como individuos y como sociedad.
            A cuidarnos, pues, unos a otros, y a movernos.

1 comentario:

Graciela Salinas dijo...


Hola buenas noches Agustín García, tienes toda la razón, solo que en mi ciudad ya no se nos permite disfrutar de estas maravillas, pero algún dia, que espero que sea pronto... se podrá hacer. Muy buena tu poesía. Saludos desde Monterrey