lunes, 21 de enero de 2013

Sobre el Martín Fierro



El Martín Fierro es, al mismo tiempo, una novela y un poema épico. El argentino José Hernández ofreció con esa obra, en 1872, una síntesis de su visión del gaucho (o de lo que esta figura fue en el pasado). Personaje multivalente, despreciado y exaltado por la nación argentina de las ciudades, vive una revaloración a través de la literatura.
            La visión de Hernández, en resumen, pone en un plano positivo al protagonista de su obra, a pesar de que el discurso de éste suena, mayormente, pesimista y sufridor, sobre todo en la primera parte. Ésta se convirtió, luego de sus muchas ediciones (11 hasta 1879, fecha en que aparece La vuelta de Martín Fierro), en una especie de himno literario, de identidad nacional argentino. Salvo mejores opiniones, creo que no hay ningún ejemplo similar en la América hispanohablante.
            Quizá esa relevancia tuvo su mayor impulso en 1913, con el discurso de Leopoldo Lugones en un teatro de Buenos Aires, donde exaltaba los valores del poema, cuando se encontraba ya “casi olvidado”, como nos informa Sandra Lorenzano en su presentación para la edición mexicana de Conaculta.
            Los recursos técnicos más notables del texto, en mi opinión, son los que lo hicieron legible y seductor ante el gran público argentino (pero a nosotros también nos conquista): formas estróficas sencillas, con algunas variaciones; un lenguaje que es reelaboración lírica del supuesto hablar gauchesco; el contexto de una rica y bien lograda tradición literaria gauchesca (Bartolomé Hidalgo, Hilario Ascasubi, Estanislao del Campo). Pero también contribuyen, a la fama y grandeza del Martín Fierro, las obras posteriores, como El payador, de Leopoldo Lugones, y  Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, entre muchas otras. Debo confesar, antes de concluir, que no soy especialista en literatura gauchesca, y entre mis pocas incursiones en el género recuerdo con agrado El Fausto, donde Estanislao del Campo hace el relato humorístico de una ópera, y la mencionada novela de Güiraldes.
            Termino con este reconocimiento: releer el Martín Fierro y los textos a que dio origen, entre ellos poemas y artículos de Borges, es un ejercicio de goce literario que merecemos y necesitamos, como remanso en medio de la prisa urbana.

Ciudad Juárez, 21 de enero de 2013

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