El Martín Fierro es, al mismo tiempo, una novela y un poema épico. El
argentino José Hernández ofreció con esa obra, en 1872, una síntesis de su
visión del gaucho (o de lo que esta figura fue en el pasado). Personaje
multivalente, despreciado y exaltado por la nación argentina de las ciudades,
vive una revaloración a través de la literatura.
La
visión de Hernández, en resumen, pone en un plano positivo al protagonista de
su obra, a pesar de que el discurso de éste suena, mayormente, pesimista y
sufridor, sobre todo en la primera parte. Ésta se convirtió, luego de sus
muchas ediciones (11 hasta 1879, fecha en que aparece La vuelta de Martín Fierro), en una especie de himno literario, de
identidad nacional argentino. Salvo mejores opiniones, creo que no hay ningún
ejemplo similar en la América hispanohablante.
Quizá
esa relevancia tuvo su mayor impulso en 1913, con el discurso de Leopoldo
Lugones en un teatro de Buenos Aires, donde exaltaba los valores del poema,
cuando se encontraba ya “casi olvidado”, como nos informa Sandra Lorenzano en
su presentación para la edición mexicana de Conaculta.
Los
recursos técnicos más notables del texto, en mi opinión, son los que lo
hicieron legible y seductor ante el gran público argentino (pero a nosotros
también nos conquista): formas estróficas sencillas, con algunas variaciones;
un lenguaje que es reelaboración lírica del supuesto hablar gauchesco; el
contexto de una rica y bien lograda tradición literaria gauchesca (Bartolomé
Hidalgo, Hilario Ascasubi, Estanislao del Campo). Pero también contribuyen, a
la fama y grandeza del Martín Fierro,
las obras posteriores, como El payador,
de Leopoldo Lugones, y Don Segundo Sombra, de Ricardo
Güiraldes, entre muchas otras. Debo confesar, antes de concluir, que no soy
especialista en literatura gauchesca, y entre mis pocas incursiones en el
género recuerdo con agrado El Fausto,
donde Estanislao del Campo hace el relato humorístico de una ópera, y la
mencionada novela de Güiraldes.
Termino
con este reconocimiento: releer el Martín
Fierro y los textos a que dio origen, entre ellos poemas y artículos de
Borges, es un ejercicio de goce literario que merecemos y necesitamos, como
remanso en medio de la prisa urbana.
Ciudad
Juárez, 21 de enero de 2013
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