I.
Las
ramas rasguñan la manta negra
abriendo paso al agujero luminoso
donde
entra el infinito material del universo
embargando
las existencias sobre la tierra.
Las
piedras se repiten
las hojas se duplican
los seres humanos se injertan defectuosos
en el campo donde un gen recesivo se extingue.
II.
El brebaje de un presente efímero
La
eternidad líquida disuelve
el
tiempo efervescente
en
el vaso inmortal del universo
la
existencia burbujea
segundos
gaseosos, inexistentes.
III.
Los
insectos rozan con sus lomos las hendiduras sobre la roca
cargan
el peso de una mano envejecida
absorben
sus arrugas y fallecen en medio de la tierra desmoronada
sirven
de escombro y cimientos
la
muerte se posa sobre ellos.
IV.
Se
rompen las cerezas entre un campo sin hojas
forman
sendas que simulan la sangre dulce de un cadáver en primavera
pasan las lenguas invisibles del viento
rozando el interior del fruto.
¿Hasta
cuándo dejará de pintarse de rojo y deslizar secretamente su saliva en el
horizonte?
V.
Las
antenas de un grillo
son
el arpa que la lluvia toca
las
notas que auguran
el
descenso de las gotas negras
que
avanzan sobre el pavimento
hasta
el resumidero de los oídos
que
no escuchan.
VI.
Tiemblan
las voces en las ramificaciones de los árboles, se esconden los murmullos entre
los nidos que se forman en las hojas, ecos alados que retumban en las cortezas
quebrantando los troncos, hasta formar astillas que se apilan en mensajes
escabullidos de una garganta que permanece en silencio dentro del hueco de
alguna raíz.
VII.
Las
esporas de la bruma flotan
en
el beso arrugado de la madrugada
los
labios se extienden sobre las arboledas
bocas
abiertas que dejan escapar las voces ramificadas y secas
clavan
sus puntas en el sordo amanecer
se
apagan los sonidos por debajo de su nacimiento mudo.
VIII.
La
mano corrugada prefiere dejar un lenguaje en braille debajo de las piedras, tal
vez el tacto infantil aprenda los nuevos presagios cuando levante la roca y la
lance al lago, entonces escuchará vibrar las arrugas que envejecen la vida.
IX.
Luna
ardiente solitaria
en
la negra chimenea
se
consume hasta esfumarse
entre
el vaho de un cuerpo,
en
el cielo humeante
se
respira
el
calcinado pastizal.
Jessica Anaid Hernández Jiménez
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