sábado, 29 de agosto de 2015

Poemas de Jessica Anaid, desde Cuauhtémoc, Chih.

I.
Las ramas rasguñan la manta negra
 abriendo paso al agujero luminoso
donde entra el infinito material del universo
embargando las existencias sobre la tierra.
Las piedras se repiten
 las hojas se duplican
 los seres humanos se injertan defectuosos
 en el campo donde un gen recesivo se extingue.


II.
El brebaje de un presente efímero

La eternidad líquida disuelve
el tiempo efervescente
en el vaso inmortal del universo
la existencia burbujea
segundos gaseosos,  inexistentes.


III.
Los insectos rozan con sus lomos las hendiduras sobre la roca
cargan el peso de una mano envejecida
absorben sus arrugas y fallecen en medio de la tierra desmoronada
sirven de escombro y cimientos
la muerte se posa sobre ellos.


IV.
Se rompen las cerezas entre un campo sin hojas
forman sendas que simulan la sangre dulce de un cadáver en primavera
 pasan las lenguas invisibles del viento rozando el interior del fruto.
¿Hasta cuándo dejará de pintarse de rojo y deslizar secretamente su saliva en el horizonte?


V.
Las antenas de un grillo
son el arpa que la lluvia toca
las notas que auguran
el descenso de las gotas negras
que avanzan sobre el pavimento
hasta el resumidero de los oídos
que no escuchan.


VI.

Tiemblan las voces en las ramificaciones de los árboles, se esconden los murmullos entre los nidos que se forman en las hojas, ecos alados que retumban en las cortezas quebrantando los troncos, hasta formar astillas que se apilan en mensajes escabullidos de una garganta que permanece en silencio dentro del hueco de alguna raíz.


VII.
Las esporas de la bruma flotan
en el beso arrugado de la madrugada
los labios se extienden sobre las arboledas
bocas abiertas que dejan escapar las voces ramificadas y secas
clavan sus puntas en el sordo amanecer
se apagan los sonidos por debajo de su nacimiento mudo.


VIII.
La mano corrugada prefiere dejar un lenguaje en braille debajo de las piedras, tal vez el tacto infantil aprenda los nuevos presagios cuando levante la roca y la lance al lago, entonces escuchará vibrar las arrugas que envejecen la vida.


IX.
Luna ardiente solitaria
en la negra chimenea
se consume hasta esfumarse
entre el vaho de un cuerpo,
en el cielo humeante
se respira
el calcinado pastizal.




Jessica Anaid Hernández Jiménez

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