Antes de empezar:
Si Romeo y Julieta hubieran hecho cita para
encontrarse, en el huerto iluminado por la luna, con todo el peligro y la
dulzura de lo prohibido, y las más de las veces hubieran fracasado en su
intento –el uno o el otro rezagado, temeroso u ocupado en otro sitio– no hubiese existido romance entre ellos, ni
pasión ni nada del drama por el que los recordamos y celebramos. Escribir un
poema no es tan diferente: es como un posible amorío entre algo como el corazón
(ese valeroso pero también tímido laboratorio de la emoción) y las habilidades
aprendidas la mente consciente. Ellos acuerdan citas entre sí, las cumplen, y
algo comienza a suceder. O bien, hacen citas entre sí, pero son casuales y muy
seguido las incumplen: ténganlo por seguro, nada sucede.
La
parte de la psique que trabaja en concierto con la conciencia y suple una parte
necesaria del poema –el calor de una estrella en oposición a la forma de una
estrella, digamos– existe en una zona misteriosa, de la cual no hay mapa: no es
inconsciente, no subconsciente, sino cautelosa.
Aprende rápido de qué tipo de cortejo se va a tratar. Digamos que prometes
estar ante tu escritorio por las tardes, de siete a nueve. Ella espera,
observa. Si tú estás ahí sin falta, ella se empieza a dejar ver –y pronto
comenzará a llegar a la hora en que tú lo hagas. Pero si sólo estás ahí de vez en
cuando y sueles ser impuntual o desatento, aparecerá fugazmente o no lo hará,
de plano.
¿Por
qué habría de hacerlo? Puede esperar. Puede permanecer muda toda una vida. De
cualquier modo, ¿quién sabe lo que es?, ¿qué salvaje, sedosa parte nuestra sin
la cual ningún poema puede vivir? Pero sabemos esto: si va a entablar una
relación apasionada y hablar lo que debe con su propia porción de tu mente, más
vale que tu otra parte responsable e intencionada sea un Romeo. No importa si hay
algún riesgo cercano: el riesgo siempre está revoloteando en algún sitio. Pero
no se involucra con nada que sea menor a una perfecta seriedad.
Para
el futuro escritor de poemas, esto es lo primero y más esencial que debe
entenderse. Viene antes que ninguna otra cosa, incluso antes que la técnica.
Varias
ambiciones –completar el poema, verlo impreso, disfrutar la gratificación de
que alguien lo comente– sirven en cierta medida como incentivos para el trabajo
del escritor. Aunque cada una de estas es razonable, también son amenazas para
esa otra ambición del poeta, la de escribir tan bien como Keats, o Yeats, o
Williams –o quienquiera que haya escrito en páginas algunas líneas cuya fuerza
sintió alguna vez el lector para jamás olvidarla. Igual, cada ambición del
poeta le servirá para escribir. Cualquier otra cosa no es más que coqueteo.
Y
nunca antes hubo tantas oportunidades para ser poeta pública y rápidamente, así
como alcanzar las metas más sencillas. Hay revistas por doquier y,
literalmente, cientos de talleres poéticos. Existe, como nunca antes, compañía
para aquellos que gustan de hablar sobre poesía y escribir poemas.
Nada
de eso es malo, pero muy poco de ello puede hacer más que iniciarse usted mismo
en el camino hacia la real, inimaginablemente difícil meta de escribir memorablemente. Esa tarea es realizada lentamente y en soledad, y es tan improbable
como juntar agua en un cedazo.
Una
observación final. La poesía es un río; muchas voces viajan en él; poema tras
poema se mueve en el curso de las excitantes crestas y caídas de las ondas
fluviales. Nada es atemporal; cada cual llega en su contexto histórico; casi
todo, al final, pasa. Pero el deseo de hacer un poema y la disposición del
mundo para recibirlo –sí, su necesidad del poema– esto nunca termina.
Si
todo se trata de la poesía, y no solo de la realización personal, eso lo lleva
a uno de este verde y mortal mundo –que entreabre la puerta y ofrece un vistazo
hacia un paraíso mayor– entonces tal vez uno tiene la sensibilidad: una
gratitud más allá de la autoría, un fervor y un deseo que trascienden los
márgenes de sí mismo.
(Tomado de Mary Oliver, A poetry
habdbook. A prose guide to understanding and writing poetry. Harcourt, USA, 1994, pp. 7-9; traducido del inglés
por Agustín García Delgado)
2 comentarios:
Excelente texto y estupenda traducción. Saludotes!!
Gracias, Ricardo. Me serví de este material, traducido un tanto arbitrariamente, para discutirlo con los chicos de la "Tertulia: apreciación y goce del poema". A ver si un día nos acompañas.
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