No es más que humano, por
gracia o desventura, el poeta.
Y es todo humano, en
rigor, masa y defectos.
Imperfección es toda la
esencia humana y animal.
Esta forma dispareja,
casualmente puesta sobre el mundo,
casualmente poeta, ¿qué
les puede decir a otros humanos?
¿Qué novedad puede
ofrecer, no siendo él mismo novedoso?
¿Qué placer puede
inventar quien vive en displacer los más años de su vida?
Se ha dicho, se decía
tiempo atrás: “el poeta es un iluminado”.
Y entonces creímos que
una voz venida desde “el más allá”
dictaba versos al poeta
en su rincón.
Pero ya no somos tan
ingenuos; es más: somos ateos,
poco nos conmueven las mitologías.
Nos acercamos al poeta
para ver si algo muy raro,
algo mejor o no común le
cuelga en algún sitio,
por decir, la voz o la
mirada.
No: el poeta es un pobre
borrachín, algún burócrata,
aspirante a un puesto en
la política.
El poeta es un cornudo,
mandilón o solitario;
un licenciado de
cualquier oficio que no ejerce.
El poeta no es divino ni
santo ni valiente.
Visto al detalle, vale
poco más
o poco menos
que nada.
¿De dónde, pues, dice que
trae consigo la belleza?
¿Quién le hizo creer que
tiene la verdad, la llave
para abrir el arca de
todo lo sublime?
Dice conocer los cánones
del ritmo:
¿Sabe bailar acaso con la
vida?
¿Su existencia es modelo
de armonía?
El poeta. ¡Oh sí, el
poeta!
2 comentarios:
qué tal una de mis rimas para este blog?
Cuando gustes, Laura, mándame tus poemas y los "posteamos" aquí.
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