miércoles, 2 de marzo de 2011

Un poema de Joaquín Cosío










Vuelo del colibrí
(Joaquín Cosío)

Para Rosario Sanmiguel

I

manchón oscuro en el reflejo de los aires límpidos
grácil figura rodeada de cierto parpadeo
así te vi bajar de aquella nube hinchada
rasgar la atmósfera
romper celestes ruidos con tu corazón de pluma
te vi urdir en la memoria el próximo giro
la próxima rapidez zigzagueante

II

la aparición del aleteo
condena a mirada a ser
temible pez en la sequía del ojo
obliga a verte y a buscarte
cuando acechas la flor      el pétalo
esa miel escondida
y te conviertes       ave lunar
en tigre fulminante
en airada venganza de tus antepasados

III

en esta tu visión azul dorada
sueltan los días gozosos parpadeos
la lluvia se detiene por los golpes del aire
y esta pequeña voz este pequeño tributario se imagina
se escribe

y te dibuja




Comentario

Este breve poema de Joaquín Cosío (Tepic, 1962) es uno de sus primeros textos publicados en libro. Incluido en el poemario Conversando otra voz (Joan Boldó i Climent, Editores / Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de San Luis Potosí), también es uno de los mejor logrados en esa primera publicación.
            “El vuelo del colibrí” revela un estado de admiración atenta frente a la naturaleza, o mejor dicho, frente a los poderes naturales que rodean al ave apenas verosímil.  El colibrí baja, por ejemplo, de una “nube hinchada”, rompiendo “celestes ruidos”, lo que es augurio de tormenta: de tal atmósfera temible procede la mínima figura y por lo tanto es un signo de fuerza, no de tierna delicadeza, como pudiera calificarla un espíritu más frágil.
            El observador (el poeta que narra) es un cautivo de la imagen, al grado que le resulta dolorosa, pues esa mirada (lo mirado) es un “temible pez en la sequía del ojo”. Y, desde su éxtasis, ofrece asociaciones novedosas del colibrí con el mundo feral, porque también es tigre vengativo y fulminante. Quizá el valor de este poema reside, más que en la manera original de presentar las habilidades extraordinarias del ave, en la vitalidad de las palabras empleadas y la identificación de velocidad con astucia, precisión de vuelo con dominio. La naturaleza misma se vuelve admiración frente al prodigio: los días parpadean alegres, la lluvia se detiene... y el poeta, sin duda inundado con esa intensidad y también fuerte de ánimo, puesto que puede manifestar de este modo su visión, se dice “tributario de pequeña voz” que a sí mismo “se imagina / se escribe” para así poder dibujar con su poema al avecilla.
            Es una estética, pues, de exaltación de la naturaleza desde sus valores más vitales de lucha, triunfo y existencia suprema. En la vena poética de este pequeño escrito late el placer de los sentidos.
            Un dato interesante: ya el lector fue testigo de la dedicatoria, para Rosario Sanmiguel, indudable amiga del autor y compañera del taller literario a donde ambos escritores acudían. Pues bien, Rosario sugirió a Joaquín esta escritura, lo que viene a confirmar un viejo conocimiento: los poemas por encargo suelen producir buena facturas. También podemos constatar la relación del impulso estético y el afán de agradar. Es muy seguro que con este poema, Cosío ganó la admiración de sus amigos.
            Nos queda desear que este poeta profundo retome el hilo de su magnífica expresión (aunque esto lo distraiga un poco de su actividad como actor de cine) y nos regale con otro y más poemas, libros, obra. En mi opinión,  Cosío es uno de los poetas mejor dotados de ambiente artístico chihuahuense (aunque haya nacido en Nayarit, se formó literariamente en Ciudad Juárez). Lo considero una de nuestras glorias juarenses, y no me refiero a su proyección en la pantalla grande, que me importa un poco menos, sino a su valor como poeta.

2 comentarios:

LAURA dijo...

ESTOY COMPLETAMENTE DE ACUERDO CON UD SR. GARCIA, COSIO ES UN GRAN POETA, UN MAGNIFICO ACTOR Y UN EXTRAORDINARIO SER HUMANO.

Agustín García Delgado dijo...

Cierto, Laura, también como ser humano es grande.